SINOPSIS
Relato de hechos acontecidos en un pueblo costero.
Existen hechos que acontecen, ciertamente, que carecen de explicación o no tienen cabida en la racionalidad humana. Hoy les narro una historia donde aún, para quienes la vivimos no hay respuestas.
Sucedió semanas antes de la conmemoración de la Semana Santa o Semana Mayor, como también se le denomina. Fue en un poblado, que no voy a mencionar su nombre por resguardo a la susceptibilidad de sus habitantes, en virtud de que conmovieron a toda una comunidad, desde el primer episodio, hasta los que se desencadenaron, posteriormente.
El pueblo está ubicado en el occidente del país, perteneciente al Estado Zulia, Venezuela, costero lacustre y de clima tropical todo el año. Turístico por sus características geográficas, cuenta con extensas y hermosas playas; con gente alegre, bulliciosa, que entre sonrisas y chistes le dan la bienvenida al visitante. Personas sencillas, amistosas, de hablar fluido y anecdótico.
A la entrada de esa localidad, existe una valla publicitaria, que, en forma de portal, ofrece la bienvenida al turista. Sus casas construidas alineadamente, de cada lado, izquierdo y derecho, pintadas en diferentes colores brillantes, le proporcionan una especial belleza al pintoresco lugar. Cuenta con una sola vía de comunicación terrestre, su carretera, bordea el hermoso paisaje marino, de dirección recta, en cuyo recorrido, existen otras comunidades que se distinguen por su propia idiosincrasia, pero que conforman todo un municipio.
Como en toda población, existe una pequeña plaza, arborizada con especies propias de la zona, de flora xerófila, arbustos de coloridas flores, con tonos: rojos, naranja, amarillos, violetas, fucsia, entre otros. Una de las características, que lo identifica de otros lugares, es que, en él están erigidas dos iglesias, una al lado de la otra, situadas al frente de dicha plaza. Obedece esa particularidad, al aumento de la demografía y a los viajeros, que hacen su parte, acuden con frecuencia a disfrutar vacaciones y también, por las festividades conocidas y difundidas de sus Santos Patrones: San José y la Virgen de Las Mercedes, haciéndose pequeño el espacio de la iglesia por la asistencia de fieles, en los diferentes eventos programados. Por lo que sus autoridades civiles, decidieron construir una segunda edificación, al lado de ésta, y la pequeña, pasó a ser mencionada como “La Iglesita”, la que no se pudo ampliar, mucho menos demoler, porque es rica en joyas arquitectónicas y su estructura fue declarada patrimonio cultural del estado. Inaugurada la nueva iglesia, pasó hacer utilizada para el resguardo de archivos, imágenes, muebles u otros enseres pertenecientes a la parroquia eclesiástica. Les narro con detalles esos espacios, porque en el interior de “La Iglesita”, fue donde ocurrieron los sucesos de esta extraña historia.
Había llegado al pueblo, proveniente de la capital del estado, un joven físicamente muy agraciado, que tenía como oficio restaurar imágenes religiosas, con misión de remozar algunas requeridas en forma inminente, para ser utilizadas en la procesión del Santo Sepulcro, en cuyo arreglo estaban incluidas todas las que representan la pasión y muerte de Jesucristo, dado que se avecinaba el inicio, como expuse antes, el de la Semana Santa.
Ese joven, como todos los de su edad, veinticinco años a lo sumo, se enamora a primera vista y de manera ferviente, de una joven veinteañera, quien inmediatamente, corresponde a sus sentimientos, hija de un prominente comerciante de víveres del vecindario, que, rendida a sus pretensiones, lo empieza a frecuentar, por las noches en “la Iglesita", sitio, asignado al restaurador, para que pernoctara y realizara su labor. Pero, la peculiaridad resaltante, fue, que la joven estaba comprometida con fines matrimoniales con otro caballero de la zona, compromiso de plena aceptación por su grupo familiar.
En una de esas noches, la chica fue vista por alguien saliendo de “la Iglesita”, que, según los rumores, descuidó las horas de entradas y salidas. Como suele ocurrir, se expandió el comentario y llegó al alcance del conocimiento de uno de sus tres hermanos, en edades comprendidas entre 18, 22 y 24 años, y éstos, más ofendidos que disgustados, por la actuación de su hermana y en consideración, al pacto matrimonial establecido, planean vengarse del joven restaurador y deciden, para confirmar lo dicho, ya apoderado en las bocas de los lugareños, vigilar, en los sucesivos días, los pasos de la joven.
Así las cosas, aprovecharon el cambio de luna y en una noche oscura y tranquila, donde solo se sentía la brisa del mar que refrescaban sus cuerpos y ciertos trinos de los pájaros nocturnos, los tres hermanos, acompañados por dos amigos, inician la “cacería", ocultándose entre matorrales y dunas, en espera de la llegada de la hermana, pero se dispusieron a libar alcohol, mientras transcurrían las horas.
Tal y como se murmuraba, la joven enamorada llegó a su destino, tocó la puerta de y alguien le abrió. Los tres hermanos, calculando el tiempo que se imaginaban, para que se produjera el acercamiento íntimo de la pareja, se les fue apoderando, en sumo grado la ira y desbordada bajo los efectos de las bebidas alcohólicas, irrumpieron con sus amigos en los espacios de “la Iglesita”, encontrando en forma infraganti a los jóvenes enamorados en pleno acto sexual. Enfurecidos le propinaron, entre todos, una golpiza al restaurador, quien resultó gravemente herido, sacándolo a puntapiés del interior de la iglesia y a la chica, completamente desnuda, la arrastraron hasta la plaza, entregándosela a su madre, quien estuvo esperando el resultado de lo que estaban acometiendo sus tres hijos, junto con sus cómplices. El joven enamorado, logró huir y se introdujo en uno de los salones de la iglesia nueva.
En ese ínterin, los tres hermanos, tomaron algunas obras de la procesión del Santo Sepulcro, que ya habían sido reparadas, las cubrieron con unos cobertores de lienzo, colocándolas en la cabina de la parte trasera de una camioneta y abordaron la misma, huyendo a gran velocidad, con dirección a la carretera principal. En ese recorrido la imagen de El Nazareno cae por el movimiento, quedando tirada en el pavimento de la vía la cabeza desprendida del cuerpo, a consecuencia de la caída. Igual suerte, corre la estatua de la Virgen María, en advocación de La Dolorosa, lanzada en otro lugar, rompiéndosele las manos, que, en forma de bendición, sujetaban un pañuelo.
El joven reconstructor, dio aviso al párroco y este avisa a las autoridades. Perseguidos y ya detenidos por la patrulla policial, confiesan que el motivo del “hurto-secuestro” de las imágenes, fue por retaliación contra el restaurador, pero que la intención no era vandalizarlas, sino hacerles un daño menor en las pinturas, para que fuera echado del trabajo y se retirara del pueblo y su hermana volviera con su antiguo novio.
Al hacerse el inventario de las obras, el párroco de la parroquia informó a la policía, que faltaba la del Niño Jesús, sobre lo cual, los responsables del hecho manifestaron que lo habían tirado al mar antes de ser detenidos, para ocultar evidencias.
Sus habitantes, consternados con los incidentes, dispusieron hacer grupos de rescate, para recoger las imágenes de El Nazareno y La Dolorosa, que quedaron dispersadas en sitios distintos y otro grupo mayoritario, en botes y lanchas, recorrieron las orillas de las playas en busca del Niño Jesús perdido. Búsqueda en mañana, tarde y noche, que duró dos días, puesto que la imagen fue localizada al segundo día, en horas del ocaso, que por las correntías de las mareas fue a parar, en posición de reposo, en un orillar sin ningún daño mayor aparente.
Los jóvenes, luego y con la instrucción legal de rigor, fueron puestos en libertad, bajo fianza, mediante una medida cautelar, por no poseer antecedentes penales previos y el restaurador, fue llamado a remozar las estatuas dañadas, comprometiéndose, que, al culminar la labor, se iría a su lugar de origen. Tal y como lo exigió la feligresía, la peregrinación del Santo Sepulcro no fue suspendida, solo que fue realizada sin los demás emblemáticos íconos religiosos, que, en representación de la pasión y muerte de Jesucristo, suelen escoltarlo.
Después de esos percances y con el transcurso de aproximadamente dos años, surgieron episodios en la vida de los jóvenes transgresores, que pusieron a sus pobladores a reflexionar sobre la posibilidad de que existía un “castigo divino”, caído sobre la humanidad de los chicos, por las concurrencias de circunstancias, que cegaron la vida de dos de los tres hermanos.
El primer evento, fue que uno de ellos, murió degollado en un accidente automovilístico de regreso a su domicilio. A los meses, otro hermano, pierde una mano, en labores de carpintería, manipulando una sierra eléctrica y el último de los jóvenes, al año aproximadamente, fallece por sumersión, en unas playas cercanas a la colectividad. El pensamiento lógico, podría llegar a la siguiente conclusión: el primer caso, es un lamentable accidente, donde la impericia, la negligencia, dio lugar a un homicidio culposo. El segundo, otro evento igual: un accidente laboral y el último, una muerte, que puede suceder hasta por imprudencia del joven.
Trágicos y asombrosos accidentes, impresionaron altamente a la opinión pública en otras regiones del estado. Muchos vincularon los fallecimientos con el de las obras restauradas, basadas en que éstos, coincidían con los daños causados a cada una de las estatuas deterioradas. Los fundamentaron en teorías religiosas o en antiguas tradiciones populares, relacionadas con lo sagrado, sin razonamiento y sin explicación científica, pero sí encausado en el pensar de una conciencia colectiva. Sin duda, para muchos están y estarán fuera del entendimiento humano. ¿Casualidad o causalidad? Se preguntaban algunos. ¿Efectos de expiación? Reflexionaban, otros.
Los más apegados a las escrituras bíblicas, que los estimaban como un “castigo”, pregonaban y hacían alusión, a que “con la misma vara serás medido”, palabras atribuidas a Jesucristo, según el evangelio de San Lucas, capítulo 6, versículo 36 al 38. Pero, se contraponían opiniones, muchos no compartían esa hipótesis, porque para ellos Jesús es “todo amor” (Juan 4:8) con bondades misericordiosas y no un castigador.
Los más escépticos, concluyeron que eran circunstancias del destino, el que, por sí, viene preestablecido para cada quién, por lo tanto, nada que “bajara” del cielo, podía cambiar las fatalidades de los mortales, para evitar su muerte ni un desafortunado siniestro.
En los estudios metafísicos, existe un principio que lo denominan “Ley de Causa y Efecto”, cuyo precepto señala, que no hay un efecto sin causa y que lo que realizamos a lo demás, sea negativo o positivo, de la misma forma, se nos regresa, se nos devuelve. De esa hipótesis surge el conocido efecto “boomerang”.
Esa historia no me la narraron, estuve presente en el pueblo en la fecha del primer evento. Solía visitarlo con frecuencia, vacacionado, en una propiedad donde me refugiaba en ciertos periodos.
Entender las consecuencias trágicas, sobre las formas de las muertes de esos dos jóvenes, con la pérdida de un miembro superior de un tercero, siempre me ha producido, aparte de tristeza, perplejidad. Me he solidarizado con el sentimiento de sus familiares y vecinos, que, por un largo tiempo, quedaron en shock, perdurando en el colectivo. El acto más resaltante, fue que, el joven que pierde una de las manos, se convirtió junto a sus pobladores, testigo presencial de los hechos, como para que no quedara duda, sobre la veracidad de los que se generaron subsiguientemente, al primero de estos. Situaciones que fueron percibidas, para muchos lugareños, al margen de las experiencias normales y no ubicadas en explicaciones científicas.
Si me hubieran comentado la historia, quizás, no diera crédito, parte de la misma, pero, estuve presente y lo que hubo, aconteció así, fue real: el rompimiento de dos obras religiosas, rescatada una en el mar, aunada a la muerte trágica de dos hermanos: uno decapitado en accidente automovilístico, el otro muerto por sumersión y el tercero, con una mano menos, que, sorpresivamente coinciden con lo que les sucedió a las estructuras de las obras religiosas.
Sobre el por qué, en busca de un razonamiento sobre las preguntas, que aún se realizan los pobladores, no hay respuestas congruentes, razonables Hay opiniones, mitos. Mi padre, una vez me dijo: “hija hay cosas que suceden, para las cuales no hay explicación, que escapan del mundo de la lógica, pero Usted, tiene la elección de creer o no y hacer su propia conjetura, porque el pensamiento, al igual que el miedo, es libre”.
Ana Sabrina Pirela Paz
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