4 feb 2022

SUCEDIÓ EN UN PASO FRONTERIZO....

 

                                       




“El misterio de la vida no es un problema que hay que resolver, sino una realidad que hay que experimentar.”

Frank Herbert.

 

 Venía con las manos sudorosas, descansadas sobre las rodillas, las palmas humedecían la falda de su vestido de corte recto con motivos floreados. Aún no se le había apaciguado el susto, pero, es que cruzar una frontera tan vigilada y controlada, no era nada fácil. Los que habían vivido la experiencia, rumoraban lo traumático de su tránsito.

 Ya abordaba el vehículo, que la transportaría a la ciudad de Santiago, Chile. No conocía el conductor, enviado por su hija, desde la provincia de Mendoza, al oeste de Argentina y por el este, la Cordillera de Los Andes, para que la rescatara del aeropuerto de dicha ciudad. Sandra, solo sabía del transportista, que era un funcionario público, contactado para que la ayudara a pasar la frontera que comparten ambos paises. A Suhail, que así es como se llama su hija,  las autoridades chilenas  le impidieron cruzar los límites divisorios, una vez, que no había presentado el “permiso de salida”, requisito exigido y decretado por sus autoridades, en las veinticuatro horas posteriores,  desde la aparición en la  referida nación de  la variante de ómicron , el  cual no había podido tramitar, por lo que no le quedó más remedio que armar un “plan B”, después de cuatro años de separación forzada,  entre ella y su madre,  en virtud de las condiciones políticas, sociales y económicas de su lugar de origen, Venezuela, aunada a las restricciones sanitarias por la pandemia del covid 19.

Su llegada a Mendoza fue a las 8:30 am, proveniente de la ciudad capital de Buenos Aires, allí tuvo que esperar seis horas y media al funcionario, quien la condujo en su vehículo particular, después de culminar su faena. Eran las 2:30 pm, cuando se le acercó un hombre de tez blanca, ojos claros, contextura fuerte y cabellos castaños.

Señora, soy Juan Ignacio Sosa, el agente que va a colaborar   con usted para el pase de fronteras. Por favor sígame”. Identificación que Sandra corroboró, observando la placa que exhibía en la parte superior del lado izquierdo, de la camisa de color blanco, que complementaba el  uniforme de empleado público.

Sandra, que la atemorizaba más, cruzar los límites fronterizos, que la presencia del hombre desconocido, obedeció a sus órdenes, rogando en su fe, un buen augurio para su pronta llegada, ya que le habían comentado, la presencia de un gran número de controles de vigilancia policiales, referencias que no le hacían confianza para poder llegar felizmente a su destino, pero, aun así, su sentimiento era arriesgarse.

¿Qué podía suceder?  Internamente, se preguntaba.

“Que me detengan y me regresen a Buenos Aires, eso puede pasar”. Se respondía.

Accedieron al Paso de frontera, mencionado como Pehuenche, vía Región de Maule, Chile. Algo tuvo que haber sucedido, en el primer control del lado chileno, cuando el vehículo se desplazó libremente por la concurrida vía. La mujer angustiada, migrante y sin visa chilena, otro requisito exigido por el pais a destino a los de su nacionalidad, sentía que la fallaban sus fuerzas. Ella con sus cincuenta y cinco años vividos, creía haber estado realizada en lo profesional y familiar, no en lo humano, porque para su pensar, “graduarse “como mejor ciudadana, son  asignaciones que siempre estarán  pendientes, pero,  jamás se representó ni en imaginación, entrar a un país en forma irregular y encima de ello, apoyada por un extraño, que, por dinero, también violentaba su deber. Reflexionó y llegó a la conclusión, que ambos estaban en un punto coincidente: un estado de necesidad. Él lo hacía por hacerse de más recursos económicos, ella por afectos, reunirse con su hija y superar todas las circunstancias adversas que en los últimos cuatro años experimentó.

 Habían transcurrido menos de quince minutos del desplazamiento automotriz, cuando la mujer le refirió al hombre:

- “No se sí es ocasionada por el temor, la angustia, que, domina todo mi cuerpo y me confunde la mente, pero percibo, que no viajamos solos señor Sosa. Escuché el abrir de la puerta y un sonido, aunque silencioso, específicamente, en el asiento del copiloto. Es como si se hubiese sentado otra persona en el coche”.

- “¿Qué dice señora, que nos acompaña alguien más? Pues debe ser un espíritu bueno, porque el volante va liviano y las llantas ruedan bien.” Respondió sin inmutarse, el chofer.  Sandra interpretó, que el funcionario tenía la intención de seguirle el diálogo.  

- “No se atormente, el riesgo es compartido. Si nos detienen, será por unas horas y regresamos por la misma vía, en caso de que corramos con suerte. Si no, en días nos deportarán, si se les ocurre abrir un procedimiento legal.” Agregó el hombre con tono seguro y calmado.

Palabras, que surtieron contrarios efectos a lo que pudo suponer el funcionario. Sandra sintió que de pronto recobraba su ánimo tranquilo y empezó a observar el camino transcurrido: una larga y pavimentada carretera, bordeada por un extenso territorio de diversos paisajes, con predominio de relieves montañosas, ofreciéndole a cualquier visitante, el frescor de un aire boscoso y la humedad de las precipitaciones escasas, que marcaban cierta frecuencia.

- “Sosa, sigo intuyendo, que no vamos solos…con nosotros va un tercer pasajero”.

“Como le dije antes, debe ser un alma piadosa, porque el coche va ligero. Cuando son espíritus sin luz, según lo que se dice, los que quieren molestar a los mortales, ocasionan accidentes y hacen que ocurran cualquier percance en la vía o asustan al conductor. No creo que lo que vos podés sentir sea negativo.” Alcanzó a decir Sosa, con un tono de certeza.

En cada tramo del camino existían apostados al frente de la vía, los controles viales, comandados por agentes, que minuciosamente hacía su labor: solicitaban documentos de identidad, registro de vehículo y demás requisitos, con las preguntas de rigor:  datos filiatorios, sobre el por qué de la permanencia en el territorio y la exigencia de la data de vacunación del covid 19, primera y segunda dosis.

Esa actividad, Sandra la divisaba desde la ventanilla trasera del vehículo. Igual Sosa, que atento podía ver y enterarse de todo lo que acontecía delante de la fila de coches que esperaban ser requisados. Ese era el segundo control, después de la entrada al suelo chileno. Pero, como cosa curiosa para el chofer   no le dieron orden de “pare” y siguió tranquilamente su recorrido.

Ambos viajeros, continuaban transitando, deleitándose con la geografía del lugar y sin demoras.

- “Señora Sandra… ¿tomó cuenta de lo que acaba de suceder, otra vez?  Al parecer estamos invisibles. Parece mentira, pero hemos llegado ya a dos alcabalas y nada que nos detienen para la requisa…Es extraño, es primera vez que me sucede. Por lo general, nunca escapo de esta revisión policial fronteriza.”

- “Fíjese Juan Ignacio, es como si estuviéramos atravesando un mundo paralelo: nosotros los observamos a ellos y ellos, parecen que no nos captan. Hemos pasado sin que los vigilantes nos detecten. ¿Qué estará pasando?  Se preguntó la mujer.

“No lo sé, al menos que nos ordenen detenernos en el último control de centinela, que está a menos de cuarenta minutos”. Agregó Sosa.

Minutos después, habló Sosa:

- “Señora Sandra, estamos acercándonos al último control, después de allí están las oficinas de aduana de Chile, más allá la está esperando su hija. Yo me regreso a mi puesto de trabajo inmediatamente. El acuerdo fue acompañarla hasta el encuentro de ambas y esperar el transbordo del otro vehículo, que las conducirá hasta Santiago”. Continuaba el chofer indicándole.

Una fila de coches, con movilización lenta, esperando las señales respectivas de la policía vial, antecedían al vehículo de Sosa.

“¡Qué raro Juan Ignacio, pasó otra vez¡, es como si no se percataran de nuestra presencia. Miran la hilera de coches y camiones,  pero a nosotros no nos advierten.” Manifestó Sandra.

- “Así es señora, es como si estuviésemos en modo imperceptible. Es sorprendente.” Concluyó Sosa, que impresionado no le encontraba lógica a la situación.

Tal y como se lo había anunciado el funcionario, Suhail, estaba esperando a  su madre, a pocos metros de  la estación del galpón de la Policía de Investigación (P.D.I) de la república de Chile. Ambas, estrecharon sus manos y se entrelazaron en un cálido y esperado abrazo. Lloraron, rieron y esperanzadas, abordaron el otro vehículo rumbo a Santiago, no sin antes, despedirse de Sosa, el gentil conductor.

¡Apúrense, váyanse¡, las cámaras de vigilancia dejaron de funcionar en estos momentos”. Se escuchó un agudo gritó, cuya voz provenía  de los  vehículos que esperaban el respectivo control.

Obedecieron rápidamente y el nuevo conductor tomó   rumbo al “Camino al Caracol”, el único acceso para llegar a dicha capital.  A Sandra le pareció peligroso por la estrechez de sus curvas, por donde transitan vehículos de carga larga, transportando productos para la comercialización entre ambos paises. Atrás dejaron, el impresionante panorama geográfico de la cordillera andina, con los picos blancos por la nieve, en alguna de sus elevaciones, así como el monumento del Cristo Redentor, en el paso de Uspallata y algún aviso sobre un parador o resort establecido en la senda.

Ya en el hogar de su hija, cuya llegaba fue en la madrugada a las 2:40 am, la mujer dichosa, daba gracias a la Providencia por el final de su viaje, felizmente logrado, a pesar de su peculiar travesía. Un objetivo para ella, ayer imposible, hoy realidad.

-“Mamá atiende el teléfono, la tía Ana Julia se está llamando”. Señaló Suhail, interrumpiendo el pensamiento de su madre.

-“¡Buenos noches hermana querida,  al fin llegaste¡ Todas las hermanas  están   preocupadas, menos yo. Sabía que arribarías salva y sana. Le pedí al alma de mamá, te acompañara en ese trayecto, para ti dificultoso y arriesgado, pero al lado del espíritu de muestra madre, como angel guardián, todo es posible, bueno y maravilloso.  Hecho que se hace perceptible para el que lo sienta y lo crea.”

Un halo de emociones cubrió el cuerpo y entendimiento de Sandra, sorprendida por las palabras de su hermana, recordó la sensación que siempre tuvo en la ruta del viaje: allí, en el puesto del copiloto, percibió una presencia durante toda la trayectoria hasta reunirse con su hija y la circunstancia, de “algo”, que ella ni el chofer comprendieron: nunca fueron detectados por las autoridades de quienes tenían el control del tránsito y el resguardo sanitario y para añadidura, las cámaras de vigilancia, en el momento del trasbordo, por alguna causa, estaban desactivadas o dañadas.

 Dicha sensación fue acompañamiento de viaje, la que la ayudó a sentir paz, apartándola del sentimiento de peligro del recorrido, manteniéndola   en una atmósfera de reposo, que emocionalmente la envolvió en plena y absoluta quietud.

“-¿Penetrará el hombre algún día el misterio de las cosas ocultas? El velo de descorre ante él, a medida que se purifica; pero para comprender ciertas cosas le son menester facultades que no posee aún”.

Sandra reconoció, que esas facultades, a las que aludía Allan Kardec en el “Libro de los Espíritus”, las poseía su hermana Ana Julia, cuyas aptitudes nunca fueron comprendidas, las que demostró desde muy joven y que, a ella, posteriormente, se le desarrolló el don de la “visión”. Sobre lo que casi nunca hablaba temiendo respuestas impertinentes cuyo resultado fue siempre, la mal interpretación o la incredulidad de algunos…Prefirió llamarse al silencio y a la prudencia. Solo ella sabía de sus presentimientos, visiones y sensaciones extrasensoriales, más allá del juicio del ser  y que esta vez, osó compartirla con Sosa, que según lo que respondió, dio  a  entender que, en alguna oportunidad, le hablaron o experimentó algún hecho, que escaparan de todo  entendimiento humano.

“Hermana, responde… ¿estás allí?  La interrogaba Ana Julia, que seguía detrás del hilo telefónico, esperando respuesta de Sandra…

Sandra proseguía reflexionando y recordando lo que sus sentidos habían apreciado en el interior del vehículo, en  el trayecto y en el resultado del  anhelado viaje.   

Mamá¡ mañana, regularemos tú permanencia en este país con estatus de refugiaba", le señalaba Suhail.

 

Ana Sabrina Pirela Paz

(febrero 2022)

 

 

   

              

 

 

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