SINOPSIS
Hoy 6 de octubre, se conmemora 132° aniversario de la apertura del Moulin Rouge, construido en 1.889, ícono de la Bella Época parisiena...Como todo cabaret famoso, tiene sus historias... Esta que les presento, es ficticia, inspirada en mi cariño por tan hermosa ciudad y no quería pasar tan significativa conmemoración, para publicar una historia de amor, entre baile, amor y celos... Dedicada al escritor Francesc Miralles, para que se deleite en la historia de la citada época. !!Saludos !!
París, 06 octubre 1.889.
Beatrice- Adelaine Duboís había llegado a París, capital de su país, ahora estaba en la estación de salida del ferrocarril, de decauville de tren, proveniente de Aviñón, un poblado ubicado al sureste de Francia, entre Montpellier y Marsella.
En el interior de su corsé, protegido por el vestido tipo imperio, de falda larga y ancha, confeccionado de muselina con adornos de organdí, llevaba consigo, la nota dejada por Monsieur Laurent, a quien conoció en las calles de su región y su gentileza se extendió a ofrecerle una labor, lucrativa y realizada sin impedimentos, físicos ni mentales y que ella sentía la seguridad de poder ejercer, porque conocía de sus habilidades naturales. Así fue como le prometió a su benefactor llegar a su destino.
Agotada con el peso, de su bulto de mano, donde trasportaba su poco ropaje, Beatrice- Adelaine Duboís se dirigía al barrio rojo, Pigalle N° 82, del Bulevar de Clichy, al pie de Montmartre, ya allí se detuvo, en el majestuoso y famoso cabaret “Moulin Rouge” , donde divisó además, el cartel firmado por Henry Tolouse-Lautrec, “La Gaulue”.
Entró al interior del imponente sitio, que guardaba para ser inaugurado. Ella bailarina de oficio y también corista, sentía que tenía el éxito asegurado. Bailar, era su entretenimiento natural, había aprendido el arte de danza imitando los movimientos, observando a los demás, pero, su gracia, según sus amistades, era innata. Recordaba a sus padres, difuntos, quienes alguna vez le refirieron, que su afán por bailar, surgió desde muy pequeña. Ella también lo sabía, sus habilidades de mover, cinturas, caderas, manos y pies, aparte de poseer una gran sonrisa, que destacaba su bello rostro, se consideraba la rubia perfecta, en el grupo de las demás damas, que conformaban el elenco de bailarinas del citado cabaret.
Ya se lo había dicho Monsieur Laurent: “Usted tiene el color del sol y su piel joven como los brotes de la flor de lis,deslumbrará entre las demás"
La recibió Madame Gabrielle, la dirigió hasta el backstage, allí le fueron entregadas vestimentas para su primer debut en el Moulin Rouge”: un sostén ceñido de lentejuelas, braga de seda con sus volantes traseros y armadores hechos de tul, penacho de plumas todos de color rojo y zapatillas de un brillante dorado. Las medias para envolver sus piernas, prenda considerada muy seductora, se las había traído desde su tierra natal, en la boutique de una tía materna, donde ya se vendían souvenir de los varietés de la “Bella Época”
Belleza, flexibilidad, fuerza y sexualidad, ella lo tenía todo, como en conserva, para exhibirse en su primer baile en público del “French Cancan” …Fue la sensación del espectáculo : figura radiante y exuberante cuerpo, marcaba su propio estilo en la imagen de la petite Beatrice-Adelaide Durand, llamada así no por su estatura, sino por su juventud, la de menos edad entre todas las danzantes.
Con el tiempo, fue la más célebre bailarina, la más buscada y acompañada…
Aviñón, 20 diciembre 1.908.
Llovía poco a poco y no a distancia, se inundaban los espacios y cada vez se tornaban fríos. Una muralla de hielo, petrificado, congelado, cubre la atmosfera. Parálisis de una tormenta en puerta. Solo un entibiado corazón siente su cuerpo, que alguna vez, pudo estallar tanto hielo…Con el estallido quedó un foso, profundo y seco… ¿A dónde se fue el humedal del deshielo?...
Así reflexionaba la que antes fue reconocida como la “petite” Beatrice-Adelaide Durand, en el club nocturno más renombrado de toda Europa, cuando decidió, desprenderse de un amor que atormentaba y desvelaba….
Tuvo un amor, el primero, el de la entrega temprana, que rasgó su alma…Los celos casi enfermizos del joven, Antoine Moreau, dieron lugar a una retirada forzada del escenario. Lo conoció en un bar nocturno de las calles parisinas. Como escritor, pintor y fotógrafo se ganaba el sustento…Pero, ante las ventajas del estrellato de su novia, disminuía su ánimo y decaía en una celopatía, que enloquecía a Beatrice y para evitar, una enfermedad, ya casi diagnosticada, ella decidió regresar a su lugar de origen.
No hubo noche que no llorara, ni horas que no contaba, en busca de un amanecer pacífico y seguro… ¿A dónde se fue tanta vehemencia? que atrapaba su cuerpo, en una entrega que cuando la hubo, cavaba profundo en la vía de su sexo virgen, cerrado y oculto...La sensualidad caminaba y hacia trilla en su andar, abriendo su camino, abonado y fértil, su suelo. Su piel territorial se estremecía y del bosque placentero, la flor que pétalos, extendía, ahora languidecía. ¿A dónde partió tanto riego de rocío?... Al final, todo se volvió yermo.
¿Dónde está la pasión que encendía, los momentos juntos a Antoine? ¿Las noches que enloquecía, pero no de celos, sino las que febrilmente y exhausta, favorecía entre eróticas caricias y roces ígneos?
Un pasado pasional, la antecede, la marca, la identifica, cual rúbrica dejada sobre un papel…
Beatrice- Adelaide Durand, un día con ignoto ropaje, puso cerrojo en su puerta, tachó un nombre que destacaba en su diario, anuló fechas…Envasó pensamientos y congeló recuerdos, que con los tiempos, se deshielan …Entonces, vuelve la llovía del grifo de sus ojos….
Cuentan que Beatrice- Adelaine Durand, dejó de existir, a la edad de treinta y cinco años y en la última página de su diario, se leyó un poema:
¡Experiencia sutil, fuerte emoción!
dos rosas, abiertas, palpitantes,
anhelan caricias, esperando reposan,
en cada pétalo…
Para un extraño, que no llega…
¡Gusto imaginar, como besaría mis dos rosas…
Poco a poco, largamente...
Pero, el tiempo no apacigua mi hoguera...
Existe otra flor, la tercera,
escondida en el bosque,
enjuagada de rocío permanente…
Las tres esperan a un Jardinero, que satisfaga,
carne, sueños y atrevimientos…
Ofrezco mi rosal, sin remordimiento,
para que abone el suelo,
tierra y campo florecido.
¡Las tres flores, se abrirán de agitación...
Despiertas, aguardan las manos del Jardinero,
quieren riego y luz …
Las tres esperan, que lleguen con él,
los rayos del sol ¡candentes ¡
Ana Sabrina Pirela Paz
(0ctubre 06.2021)
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