SINOPSISUna mirada hacia el valor de la confianza...
“La mejor manera de saber si puedes confiar en alguien, es confiando”(Ernest Hemingway)
Confianza, palabra que se deriva del vocablo “confiar”, con los componentes léxicos de: raíz-fi-del verbo “fiar”, del latín fideres (confiar) y este de fides (lealtad, fe y confianza)
Tuvo sus personificaciones en la mitología antigua, en la romana, representada por Fides y en la griega por Pistis, asociada a la buena fe, a la confianza y a la fidelidad. Igual encontramos a Antheia, que también la simboliza, con la generosidad, empatía ,amistad, honor, relacionada al bien y al amor común.
La confianza está catalogada como un valor, que desarrolla el humano como una cualidad, dependiendo de sus experiencias, porque se fundamenta en las vivencias de cada quien y su desarrollo y crecimiento, se acciona con el transcurso del tiempo. Por esa razón, varía y es diferente en cada persona.
Es asociada a la capacidad de sentir seguridad con nosotros mismos, y por ello, observada, materializada, a través de los ámbitos: personal, familiar, laboral, extendida al gremial, empresarial, académico, artístico, entre otros espacios. Y se estima necesaria, para nuestro desenvolvimiento, permitiendo que descansemos, apoyados en los demás, ante las confesiones y reacciones, que hemos reconocidos en los semejantes, como auténticos y de buena voluntad.
¿Cuándo se fractura el valor de la confianza? Cuando alguien dejó de cumplir con las expectativas del otro. Se rompe la compatibilidad y se empaña “el perfil” correcto. Entonces, es “mea culpa”, no es responsabilidad de quien la resquebrajó. Para quien escribe, las consecuencias existen, porque pecamos en “exceso de confianza.”
Dicho valor, no se muestra tan llano, tan abierto, en ella tenemos variantes. Una persona que haya experimentado aspectos positivos en sus relaciones, no tiene inconvenientes para mostrarse “confiado”, pero, por el contrario, alguien, que solo vivió sucesos desafortunados, por negativos, mostrará distancia, cautela.
Difícil, se torna, cuando ya se hayan tejidos conexiones de amistad o de parejas, cimentadas por los años o por el roce frecuente, forjadas por las afinidades aproximadas entre las dos pares. La interrupción de la confianza, es dolorosa, por sorpresiva e inesperada. Aquella expectativa, considerada cierta, murió y surge, su antónimo: la desconfianza y por ende, se devela la traición, por aquél o aquella que no guardó la lealtad y la fidelidad debida.
Definitivamente, confiar es arriesgado, pero, no deja de ser un aprendizaje y como tal, nos enseña la lección.
Ana Sabrina Pirela Paz
(agosto 2021)
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