SINOPSIS
Una historia real, con dos perspectivas diferentes, sobre un tema muy actual. Una es de censura, la otra no condena. Conocí a sus protagonistas.
Día antes del acontecimiento.
Ella sentía angustia. La preocupación la estaba consumiendo, no se podía concentrar porque los pensamientos la obnubilaban. Tenía que decidir pronto, era de vida o muerte, pero antes, tenía que viajar, pasar por la frontera, cruzar las líneas limítrofes y llegar a su destino: su pueblo natal.
Allí la esperaba su madre, Cristina Pastrana, quien hasta ahora desconocía las razones del regreso de su hija, Cándida, apodada “Candy”, desde muy niña. Ahora marcaba 22 años de edad, no pudo culminar la secundaria, pero se había casado con un buen muchacho, Roberto, con quien tuvo su primer hijo, Robertico, nombrado igual que su padre, ahora de tres añitos, por lo que Cristina, se mantenía confiada en el porvenir de su hija.
Por el camino de encontraron ambas felices, se abrazaron fuertemente.
- ¿A qué viniste? Preguntó Cristina. Quien reconocía que fue un viaje imprevisto.” Si regresó, es por fuerza mayor, algún problema podía estar atravesando mí hija”. Reflexionaba.
- “Retorné a descansar un poco… ¿No ve que no traigo al niño?”. Respondió, con un tono, que, a Cristina, no le dieron más ganas de seguir preguntando. Pero, internamente, pensó que su hija le “escondía” algo o un hecho estaba a punto de acontecer.
- “El corazón de madre no engaña, a Candy le pasa algo”. Seguía elucubrando Cristina.
8° Día, el regreso de Cándida, después del acontecimiento.
“Señora Gabriela..., ¿cómo esta? Seño, Candy dijo, que iba hacer una diligencia importante en casa de su mamá, en Sincelejo, que regresaba dentro de ocho días.”
Candy efectivamente, regresó al octavo día. Saludó, estampándole un beso en la mejilla húmeda, por el sudor del mediodía, que cubría el rostro de su esposo y otro a Robertico, en la frente, que aún dormía la siesta y que reposaba tranquilamente en su cuna. Así como entró, volvió a salir. Esta vez, le dijo, a Robert:
“Voy a subir al segundo piso, a conversar con” la Seño”, la del 2B”. Subió escaleras y tocó timbre:
“¿Cándida y dónde has estado? No te despediste de nadie.” Así fue como la recibió la Señora Gabriela, invitándola a entrar.
“Estuve haciendo unas diligencias... Seño, solo quería saber, si su hija, la médica, estaba por aquí”
“No, hija, nunca. Ella se la pasa en el hospital, en la Maternidad, de guardia todo el tiempo” “¿Por qué? ¿Estás enferma? ´ ¿Te sientes mal? “Interrogó la Seño…
“No solo deseo hacerme un examen de rutina.” Respondió Cándida.
“Si quieres la telefoneó y que te aparte cita, tú sabes cómo son esos hospitales” Sin esperar respuesta, la Seño, tomó el teléfono y empezó a buscar la lista de contactos. Allí en los “favoritos” estaba el de su hija.
“Está repicando, si no está ocupada… atiende”.
“¡¡Halo!! ¿cómo estás hija? …todo bien. Solo quería pedirte un favor, la esposa de Roberto, el conserje, Cándida, necesita una revisión de rutina, ¿cuándo podría ir hasta el hospital? Ella está conmigo ahora”. La Seño hizo un silencio, para escuchar la respuesta de su hija.
“Okey. Nos hablamos, un abrazo”. Con esas palabras, la Seño, finalizó la llamada.
“Dice que puedes ir mañana a las 8: 00 am, va a estar de guardia.”
“Muchas gracias, Seño. Allí estaré mañana, muy temprano”. Agradeció Cándida.
9° día: llegada de Cándida a la Maternidad y posteriores al acontecimiento.
- “Buenos días, ¿dónde puedo encontrar a la Dra. Priscila Vargas? con esa pregunta Cándida se dirigió a un empleado que hacía la limpieza en los pisos pertenecientes a los pasillos del ala “A” de la Maternidad General Hospitalaria.
“Por allá, al final de aquél corredor, cruce a la izquierda, ya la docto llegó, dese prisa, la consulta se le pone full”. Respondió el hombre, señalando con el dedo índice de la mano derecha, la dirección descrita.
Gaby, como la llamaban, escuchó el timbre de la puerta. Le pareció cosa extraña. Eran las 11:30 pm y todos en el condominio, tenían conocimiento, que acostumbraba irse a la cama temprano. Como continuaba escuchando insistentemente el pulsador, pensó que quizás era una emergencia, por lo que se levantó y se acercó a la puerta.
- “Roberto… ¿qué sucede? … ¿alguna novedad?”
“Disculpe, Seño, pero, me acaba de enviar Candy un mensaje de texto. Me dice que va a pasar la noche en el hospital, porque su hija la dejó internada. Que viene mañana y que cuide a Robertico…no me dijo más nada… ¿Usted sabe algo? Su hija… ¿ha hablado con Usted, sobre lo que le pasa a Candy?”
- “No, Ricardo, nada de eso. Mi hija no me refiere sobre su profesión y mucho menos de sus pacientes…” Le acotó la Seño.
“Pero, por favor… ¿será verdad que está hospitalizada? Es que la sentí muy rara, Seño”. Insistió Ricardo.
- “La voy a llamar, lo voy hacer, solo por ti”. Reaccionó la Seño, colocando el móvil en “alta voz.”
- “Hola, hija disculpa la hora…pero por aquí está Roberto, el conserje, me pregunta si su esposa quedó internada, porque no ha vuelto…no ha regresado”
- “Hola madre, dile a Roberto, que sí. Que su esposa, con fundamento a la valoración médica de guardia, quedó internada y mañana la evaluará otro equipo. Hasta mañana mamá y no me vuelvas a llamar, por ese, ni por ningún caso. Sabes que no voy a dar información. Si él quiere saber lo que tiene su esposa, que se acerque al hospital, allí lo pondrán al tanto. Hasta luego, descansa, feliz noche.” Palabras escuchadas por ambos, provenientes del otro lado del hilo telefónico, y seguidamente, el sonido de un “clip” secó.
- “Le prestaste atención…ella es como es. Tranquilízate. Sólo fue por un examen de rutina. A lo mejor en el momento no estaba disponible el aparato y por eso la dejaron, para que no perdiera el turno. Mañana estará de vuelta”. Alentó la Seño.
“Seño… es que ella, llegó muy extraña de Sincelejo.”
-¿Y qué piensas tú, Roberto? Interrogó la Seño.
“No sé, se lo digo a Usted por la confianza, pero, tuvo ocho días afuera y cuando llegó no quiso que yo me le acercara.” Enfatizó Roberto.
-¿Y qué tiene qué ver eso con el hecho que esté hospitalizada? A lo mejor está indispuesta con problemas de menstruación, las mujeres nos ponemos molestas con el periodo. Quédate tranquilo… ¿o estás pensando que la Candy, te fue infiel? No seas tonto…”. Con esas últimas palabras la Seño despidió a Roberto.
Al día siguiente, la Seño, que acostumbraba todos los días en horas muy tempranas, dirigirse a su trabajo, lo vio limpiando las puertas de la entrada principal del edificio.
¿Roberto y qué haces tú aquí, no vas al hospital a saber de Candy?
“No… voy a esperar a que ella regrese. Tampoco tuve con quién dejar al niño”.
“Está bien, nos vemos luego”. Acotó la Seño, dirigiéndose al estacionamiento y abordando su vehículo.
12°dia y siguientes de la hospitalización de Candy.
“Otra vez el timbre… Ahora… ¿quién será?”. Eran las 10:30 p.m. la Seño interrumpió la labor que adelantaba en el computador y se dirigió abrir la puerta.
“Buenas noches, Seño”
-“Roberto, buenas noches… ¿pasa algo?”
“Seño, disculpe otra vez, ayer fui al hospital, me atendió un tal Dr. Pedroza, me dijo que Candy estaba recuperada, que a lo mejor la van a dar mañana, pero no me dijo que tenía y Candy tiene el teléfono descargado, tampoco la pude ver. Pero, me inquietó algo… cuando yo estaba allá y le pregunté al médico, que cuándo le daban el alta, me respondió que posiblemente mañana, pero escuché a una enfermera, que no le vi el rostro, pero desde adentro dijo:” Si, mañana se irá, pero después que declare en la policía”. El médico no dijo nada, pero eso me asustó mucho. Seño…¿qué tiene qué ver Candy que se encuentra hospitalizada, con la policía?”
La Seño, quedó perpleja…En ese momento, no tenía respuesta para Roberto, pero un temor la invadió, emoción que simuló frente a su interlocutor.
-“Roberto, en este instante, no te sabré decir, lo que sucede con Candy, pero, averiguaré y te informaré. Pero, si por casualidad, alguien de la policía llega a la conserjería, no te pongas nervioso, ni respondas preguntas. Tú no sabes nada, de nada, en caso de que te interroguen. Llámame, que, si estoy aquí, yo misma hablaré con ellos. Así que ve a dormir y no pienses en cosas negativas.”
¿En qué lio se habrá metido Cándida? ¿Qué pudo haber hecho, que amerite se interrogada por la policía? Se preguntaba, mentalmente, la Seño.
Al irse Ricardo, la Seño, que siempre ha tenido una actitud resolutiva y enérgica, en busca de respuestas rápidas, telefoneó a su hija:
- “Buenas noches hija ¿qué tal el día?”
“Todo bien por aquí y... ¿por allá?”
“Igual bien, pero Roberto está mal… Hija, perdona mi intromisión ¿qué está pasando en el hospital, que para darle de alta a Cándida debe antes ser interrogada por la policía. ¿Qué sabes tú de eso?
“¿Qué está pasando?... ¡Mamá deberías de imaginártelo! Solo porque eres mi madre, te lo voy a recordar, sucede que nosotros los médicos, tenemos como obligación, que cuando sabemos de un hecho punible, en ocasión a nuestra profesión, debemos informar a las autoridades competentes para la prosecución de la investigación de rigor”
- “No te estoy llamando para que me recuerdes la disposición legal, sino para preguntarte por Candy, ahora que me lo dices… dime entonces, ¿cuál es el delito, que presuntamente, cometió?”
- “Esa pregunta no te lo voy a responder. Si vas a desempeñarte como defensora de Cándida, anda tú misma y averigua la “presunción” …Mamá, por favor, estoy en consulta y tengo que colgar, feliz tarde.”
La Seño, enfurecida por la actitud de su hija o quizás motivada por los efectos causados, se trasladó a la maternidad inmediatamente. Allí encontró a Mavarez, un joven médico, a quien conocía desde siempre, porque hizo estudios conjuntamente con su hija.
“La ciudadana Cándida Pastrana, de 21 años, está comprometida en su responsabilidad de haberse provocado un aborto hace aproximadamente diez días. Llegó a consulta, se le revisó y tuvimos que realizarle un curetaje. Dijo que fue un aborto espontaneo, pero los médicos dudamos de esa posibilidad, además, ella confesó, por lo que decidimos informar a la policía. Tenía cuatro meses de gestación. Tuvo suerte, ella está vida, pero con una severa infección, por la gravedad de la misma, es que ameritó la internación. Eso es todo lo que le puedo decir, a grandes rasgos, Señora Gabriela.” De esa forma le respondió Mavarez. Respuesta lacónica, fría, indiferente, para la Seño.
Su hija, aparte de laborar en la maternidad, también pasaba consultas privadas en una clínica.
Llegó sin anunciarse. La secretaria quiso abordarla, pero ella entró al consultorio velozmente.
Sin saludar, se sentó frente a su escritorio y con la mirada puesta en el rostro de su hija, le dijo:
“Vengo de la Maternidad, hablé con Mavarez, pero tengo unas interrogantes… necesito entender qué pensamientos pudo habérsele cruzado a Candy, cuando decidió abortar. Debe haber una poderosa razón y ¿qué consideración, tuvieron tus colegas para denunciarla? Eso te lo pegunto, porque ese no debe ser ni el primer ni el último caso… ¿cuántas mujeres han visto en la misma situación, a cuántas han denunciado y cuáles verdaderamente, se les ha privado de libertad?
“Cuál pensamiento preguntas... ¿el de abortar?... Al principio dijo que fue espontáneo y no fue así mamá… tenía cuatro meses de gestación … ¡escúchame por Dios!! cuatro meses ¡ y tuvo suerte… ¡está viva ¡pudo haber muerto, acaba de sobrevivir a una importante infección. Y en cuanto a tú pregunta de o a cuáles denunciamos, allí están las estadísticas, ¡a todas mamás! es cuestión de ética y deber a ¿quiénes quedan detenidas? eso si no lo sé, el procedimiento penal lo llevan las autoridades policiales.” Expresó la hija.
¡Cuánto sufrimiento pudo haber tenido esa niña, y ahora denunciada! Respondió la Seño, con semblante de tristeza.
- “Nosotros también sufrimos mamá. Nos preparamos para preservar y recibir vida, a través de esos bebes recién nacidos y cuando se nos muere un paciente, es un sentimiento frustrante, doloroso, dimos todo … ¡y no pudimos! Pero cuando nos llegan caso como el de Candy, es diferente, a mí se me hace indignante, pero debo continuar mi misión …salvando vidas, en este caso, a una homicida, mejor dicho, a una la filicida”. Agregó la hija.
¡Dios, hija no la llames así!
_” ¿Dios? dónde estaba Dios, cuando no evito semejante crimen? Estoy casi convencida de que Dios no existe, es una construcción cultural”. Proseguía, expresándose la hija.
“Hija por favor… no juzgues, desconoces las causas, es joven, sin recursos, a lo mejor proveniente de un hogar disfuncional, donde no le afianzaron valores”.
“No, mamá, es una asesina llámala por su nombre: ¡asesina ¡ ¡Mató a su propio hijo¡ Ingirió un brebaje con unas pastillas y casi muere ella también…Quedó viva, para que nos “cantara” el cuento. Ella misma, asustada, empezó hablar, cuando la abordamos y decidimos dejarla internada”
¡Piedad, hija piedad, no la juzgues ¡ Repetía la madre, despidiéndose.
15° día, llegada de Cándida a su domicilio y nuevos acontecimientos.
Cándida regresó en horas de la mañana. Ese mismo día, la Seño, la vio bajándose de un taxi, frente a la puerta del edificio. No la habían dejado detenida. Jurídicamente, no era procedente, porque el hecho punible, aconteció, fuera de la jurisdicción del país donde estaba residenciada, y, por lo tanto, el principio de territorialidad, impedía cualquier intento para la apertura de una investigación. Procedimiento viable, en la localidad de la ejecución del hecho, en caso de considerarse delito y se denunciara y para lo cual, se requeriría de una rogatoria de ese país, para la extradición de la presunta culpable. Circunstancia, que era poco probable… ¿quién de dicho país, se atrevería a denunciar a Cándida? Solo los que tuvieron conocimiento del hecho o quienes colaboraron en la práctica del aborto y nadie con esa participación, se iba a exponer, porque quedarían imputados como cómplices necesarios y por consiguiente, juzgados penalmente.
Transcurrieron semanas…la conducta de Candy, dio un vuelco de 360 grados. No se veía por las áreas comunes del edificio, sobretodo en el parque interno, donde solía pasear con su menor hijo. Sólo se observaba Roberto, realizando sus labores ordinarias, pero cada vez más, ensimismado, silenciado.
Uno de esos días, la Seño divisó a Cándida, sorprendida, porque no la reconocía. Llevaba puestos unos lentes con vidrios muy obscuros, que no dejaban divisar sus ojos.
¿Tienes problemas con la visión? ¿Por qué andas como si estuvieras padeciendo de ceguera?” Preguntó la Seño.
“Es que no puedo ver…Veo todo borroso…ahora mismo voy al optometrista para una revisión, en la Clínica de Ojos, es el tercer examen que me hacen”. Respondió Candy.
“Voy a transitar por esos lados, si deseas, no tengo inconveniente en llevarte”. Manifestó la Seño.
Candy respondió con un movimiento de cabeza, que la Seño, interpretó el “si” y ambas abordaron el vehículo.
“No tengo nada importante en el trabajo, puede esperarte…”
“Y así me acompaña Seño, tengo mucho miedo”. Dijo Candy.
La Seño entró al consultorio donde Candy, fue exhaustivamente examinada. El especialista intervino:
“Orgánicamente y así lo determinaron los estudios, Usted no tiene ningún padecimiento que pueda determinar, que tiene dificultad para ver. Al contrario, ha respondido bien al interrogatorio visual… ¿Mi recomendación? Asista a un psicólogo, puede que tenga una respuesta, sobre el por qué Usted manifiesta no poder “ver”, cuando de los informes, se arroja lo contrario”.
Ambas salieron del consultorio. La Seño, rompió el silencio.
- “Puedo llevarte, en los próximos días, a un profesional de la psicología, de reconocida trayectoria. Puedo apoyarte el viernes…”
Y así fue como, traspasaron las puertas de otra sala médica, en busca de un resultado, por la presunta pérdida de la vista de Cándida. No fue ese día, de la primera consulta, fue en cinco sesiones, de terapias, de conversaciones, cuando el Psicólogo, concluyó en presencia de la Seño:
“Como el optometrista, le refirió, que no tiene obstáculo que orgánicamente le impidan ver, está en lo cierto. Usted, transfiere sus emociones y sentimientos a una atención que es la visión. Evade la realidad, la que no quiere “ver” ni confrontar: la pérdida de un hijo, sobre lo cual es responsable y ese sentimiento de culpa, la hace actuar con una conducta evasiva, fijando un punto de distracción: una “ceguera” que está en su mente. La he orientado, ya han sido varias visitas, no observo avances en usted y necesita ser medicada, por ello esta vez, la voy a remitir a un psiquiatra”.
-“Candy , debes reponerte “ya lo hecho… hecho está”, continúa tú vida, hazlo por tú pequeño”. Le dijo la Seño.
¿Estás arrepentida Cándida? Prosiguió
“No…! Qué Dios me perdone ¡” Respondió Candy.
Esa respuesta, rápida, cortante y sin ninguna palabra de remordimientos , le hizo interpretar a la Seño, que existía algo más en la personalidad de Cándida, que un simple “síndrome depresivo reactivo”, que empezó a padecer después del aborto. Hasta concluyó, que lo había realizado con premeditación y alevosía, desde el mismo momento, que cruzó fronteras y se lo fue a practicar fuera del país, con conocimiento pleno y absoluto, que las consecuencias legales no la iban a alcanzar. Pero, no estaba en el ánimo de la Seño, juzgar a Cándida. Por lo que apartó, cualquier pensamiento censurable en la conducta de la joven.
Candy tuvo un considerable tiempo, que actuaba como “ciega” llevaba en su mano derecha un bastón y siempre, encima de su juvenil rostro, unos lentes de montura y vidrios negros, que ocultaban totalmente sus ojos.
Transcurrido aproximadamente ocho meses de esos episodios. Candy, abandonó el hogar y se fue de la región, dejando a su pequeño hijo, al cuido de su padre y quien continuó laborando en la conserjería del condominio.
Candy murió, en el año 2016, según la prensa, se le lanzó a un camión de carga en movimiento. Al parecer, una crisis depresiva la condujo a terminar con su existencia.
(A la memoria de Candy Pastrana, una joven que para algunos fue víctima, producto de prejuicios sociales, religiosos y morales y para otros, criminal)
Ana Sabrina Pirela Paz
(Buenos Aires, enero 2021)
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