SINOPSIS
Una historia, cuya narración, me fue permitida escribir por la propia protagonista, en el año 2017, sobre acontecimientos que ella misma experimentó y sobre los cuales, dice tener respuestas...y por ello, pertenece a las conferencistas de las charlas sobre "Constelaciones Familiares".
Agosto, 1976
Alondra, es su nombre. Extraña nombradía, porque así es conocida un ave cantarina, que va de rama en rama, que en la estación de invierno migra y en otoño se recrea…Ese pensamiento, afloraba en la mente de ella misma.
Llevaba, como de costumbre su maletín escolar, no le hacía peso, había introducido en él, solo dos cuadernos, un texto y la libreta de anotaciones. Salió de su casa a prisa, a presentar el examen, próximo a realizar, el cual empezaría dentro de media hora, término suficiente, en que tardaría en subirse al ómnibus y llegar a tiempo justo, al instituto de enseñanza tecnológica comercial, donde cursaba el último año de Secretaría Gerencial.
Con esas expectativas, se sentó, en el primer asiento de la derecha de la tercera fila del transporte colectivo, puesto que había elegido rápidamente, por no haber suficientes ocupantes.
¡Qué bien, solo para mí! Exclamó con entusiasmo.
Pero, al poco minutos, otra “parada”, precipitó la entrada de otros pasajeros. Frente a ella, una joven, contemporánea, como a lo sumo de 16 o 17 años, ocupó la silla, fijándole una mirada penetrante en su rostro. Alondra sintió una rara sensación de inquietud. Reflexionó, que esa joven sentada de cara a ella, a menos de un metro de distancia, en su apariencia no era igual como el resto de las chicas de su edad. Era distinta, como extraída de otra época y colocada precisamente, en dicho lugar. De ojos negros, de mirar profundo y tez blanca, que suponía Alondra, porque solo llevaba descubiertas manos y rostro. Iba cubierta con un mantón largo de color negro, igual que su vestido, con un sombrero discreto y zapatos cerrados, del mismo color. Fuera de usanza, sin carteras ni bolso, solo sus manos blanquísimas y su rostro hermoso, destacaban en su negrísimo atuendo. Pero, la exaltación, provino, no solo por lo atípico de la vestimenta, sino por la mirada, que no se apartó de la cara de Alondra. Era como si estuviera destinada, situarse allí, para observarla, escrutarla, en ese preciso momento.
Ya dentro del aula de clases, Alondra, hacía esfuerzos de concentración para culminar el último examen, aprendizaje que la había mantenido ocupada y el que quería culminar con excelentes resultados. De ello, dependía su futuro laboral para un organismo gubernamental, donde antes, había realizado unas pasantías, con oferta de ser seleccionada para un posible cargo, pese a su edad, pero existían fórmulas jurídicas para su posible ingreso.
Vio a Mary, su compañera de estudios salir del examen y quien seguramente, la estaba esperando…. Alondra, apuró concluir el suyo, para ir a su encuentro.
- “¿Cómo estuvo amiga?” Preguntó Alondra.
-Bien, estoy segura que aprobé y a ti, ¿cómo te ha ido? Respondió Mary.
- “No tengo dudas, que lo aprobé con alta calificación”. Con esa respuesta, Alondra reafirmaba el compromiso en querer finalizar los estudios de forma sobresaliente, propósito que como meta se había trazado.
Ambas felices, se acercaron al cafetín del instituto educativo, dispuestas a degustar un café y tostadas con queso y mermelada, lo único disponible a esa hora, pasado el horario del desayuno.
“Me ha sucedido algo muy curioso amiga, he visto a una joven con vestimenta antigua, como de otra época, que, frente a mí, se ha sentado en el ómnibus… ¿Será una turista, llegada de una región extranjero?” Reflexionó Alondra.
¿Cómo así? Acotó Mary.
Alondra en ese instante, le comentó detalles sobre la vestimenta de la joven, sobre el cual, su amiga, sacó su propia conclusión:
-A lo mejor iba para una fiesta de disfraces.
“Vos estás loca ¡No es temporada de carnaval ¡” Respondió Alondra.
Y ambas en carcajadas, soltaron el tema de la conversación…Pero, Alondra prosiguió:
“Me miraba fijamente, pero estaba como ausente al entorno”.
¿Quién? Nuevamente interrogó Mary
- “La chica de la cual te hablé” …
-Deja de pensar…en el ómnibus, todos dentro de él, nos miramos, hacemos contacto visual. Le respondió la amiga.
A la semana siguiente, previa a las vacaciones escolares, Alondra fue en busca de su boletín de calificaciones, constancia de haber finalizado el curso. Cruzó la calle y nuevamente, se encontraba en la parada de la vereda de la avenida principal, esperando el ómnibus que la conduciría a su destino. Allí, estaba Mary, quien la estaba esperando con impaciencia, porque el transporte venía con retardo, al parecer la lluvia demorada su llegada.
Para apaciguar la ansiedad de la espera, ambas amigas, se dispusieron a conversar de temas triviales, pero fue interrumpida, cuando Alondra, profirió:
- “Mírala ¡allí está ¡en la otra acera, viene para acá, va a cruzar la avenida.”
- ¿Quién? ¿de quién me hablas? dijo Mary.
- “De la joven de negro, de la que te hablé el otro día.”
- ¿Cuál? …yo no veo a nadie…. Nadie está en el bordillo, Alondra…no hay nadie”. Indicó la amiga.
- “Me estás tomando el pelo… sigue allí, ahora nos está… ¡mirando”! Exclamó Alondra.
Dichas esas palabras, aparcó el ómnibus y Mary empujaba a Alondra, para hacerla introducir en su interior, que casi como hipnotizada mantenía su vista, en el punto donde manifestaba que observaba a la joven con vestimenta diferente.
- “¿Estás segura que no la viste, amiga?
-Completamente, Alondra. Allí no hay nadie… o cuando observé, posiblemente, ya se había retirado, pero no distinguí persona alguna.
En la mente de Alondra, se le empezaba a presentar una confusión, incógnitas, sin respuestas.
¿Qué me está sucediendo?, ¿visiones?, ¿estoy paranoica?,¿esquizofrénica? Se cuestionaba mentalmente.
Volvió de sus cavilaciones. Le entregaron el boletín de calificaciones y las amigas se despidieron: Mary se iría a visitar a una tía, residenciada cerca al centro educativo y Alondra atravesó la vía y entró a la iglesia, ubicada a pocas cuadras de donde se encontraba. Oró en agradeciendo a sus logros y por su salud. Temía que, con la perturbación que la conmocionaba, por la presencia de la joven del ómnibus, podría surgirle una enfermedad mental, elucubración que la aterraba.
Al rato salió del templo, ya más tranquila, reposada y con caminar inadvertido, se dirigió a tomar la otra unidad de transporte, que la dejaría en su domicilio, cuando de pronto, erigida sobre una escalinata… divisó de nuevo a la joven con el mismo ropaje y con el mismo modo en su mirada: fría, distante, pero, fija en su humanidad.
Un escalofrío penetró por todo su cuerpo. Terriblemente atemorizada precipitó su andar, y ya corriendo hacía un bulevar, en las inmediaciones, pudo girar su cabeza y observar que la joven seguía inmóvil, en la escalera… vigilándola.
Llegó a su domicilio. Su madre siempre la esperaba con la merienda dispuesta a esas horas de la tarde. El reloj marcaba las 4:30 pm. Debía confesárselo, necesitaba abrir su corazón, porque sentía que corría peligro. Algún consejo o sugerencia debía tener, así lo pensaba.
“-Mamá, tengo que contarte algo que me está sucediendo, estoy viendo una mujer joven, que tengo la sensación que me persigue… la he visto en el ómnibus, en la calle, en el instituto, hoy saliendo del santuario, me estaba esperando en las escalinatas, esas que están en toda la entrada de la ermita.”
- “Mamá lo más asombroso, es que no parece real, se ve auténtica, pero actúa y se viste de una forma no convencional. Es como si fuera del otro siglo… Tiene un mantón negro y largo que le cubre su cabeza, un vestido igual, con sombrero y zapatos cerrados del mismo color. Mamá, el calzado se parece, a los que usaba mi abuela, esos de la fotografía que una vez me enseñante, y la ropa también. ¿Te traigo la foto, para que recuerdes?”
- No, no es necesario, hija, la imagen de la foto la tengo presente. Alegó su madre.
- Cuando vuelvas a verla, acércate a ella y ´pregúntale… ¿quién es? ¿qué quiere? Intervino, su tía paterna, Cira, quien se encontraba presente.
- “Es que me paraliza. Tengo mucho miedo…Respondió Alondra, con voz queda y temblorosa.
- “Mamá… ¿qué hago?”. Pensativa, como meditando, la madre, dijo en voz alta:
- ¿Quién podrá ser?
- “Mamá, tengo mucho miedo”. Musitaba la hija.
Los días fueron pasando y en el pensamiento de Alondra, no se le apartaba la figura de aquella joven, que con insistencia la miraba, pero, al mismo tiempo, con aires de ausencia y de distancia.
Estaba tirada en su cama, descansando, después de una ardua tarea de limpieza de su propio dormitorio, cuando se percató, de una presencia, ya conocida… justamente… allí, en el interior de su alcoba, estaba la joven, a espaldas de su peinadora…. la contemplaba…
Alondra, sintió que de su garganta escapaba un fuerte grito, pero algo imposibilitaba su salida. No podía hablar. Estremecida del susto, se incorporó como un resorte de su lecho y alcanzó un lápiz y una hoja de papel, que siempre acostumbraba dejar, encima de la mesa de noche, en caso de alguna anotación. Como pudo, sacando fuerza, voluntad, ahínco, escribió:
¿Quién eres?
Alondra, petrificada, observó que la joven miró fugazmente el papel y de la misma forma, se le aproximó y en un susurro, pausado, cortante y sin dejar calar su mirada en sus ojos, pronunció:
“Preguntádselo a Raquel María… desafío a cualquier designio, a morocotas y fortunas, que la desdicha vendrá a vos por muchas lunas y el mar del dolor bañará tu coronilla. No hará falta la venganza impía.”
Con esas palabras la figura de la joven intrusa, se disipó en la estancia.
Definitivamente, Alondra, ya no tenía dudas…Esa joven era de otro tiempo y conocía a su madre, la única Raquel María, que existía en su mundo y con un vocabulario, de palabras que no cobraban en ella comprensión, pero si develaban una especie de maldición contra su persona. Así eran interpretadas por su mente, llegadas claramente a sus oídos.
- “¿A ella? … ¿y por qué, a ella?”. Se preguntó.
No tuvo el ímpetu ni fortaleza, para levantarse esa noche, el sueño la venció, como si un somnífero lo hubieran colocado en el vaso de agua, que tomó, antes de quedarse dormida.
Abrió los ojos, salió de su habitación velozmente, no esperó que se despertara su madre. Le abrió con firmeza la puerta de su aposento y con movimientos en los hombros la hizo abrir los ojos, abruptamente.
- ¿Qué pasa Alondra? ¿Qué sucede? ¿Por qué me despiertas así?¡ Habla por favor ¡. Expresaba su madre, confundida por la acción de su hija.
Quedamente y aún impresionada, Alondra le narra toda la experiencia vivida… y al final le increpa.
- “¿Quién es esa joven mamá? ¿De dónde ha salido?”.
-Pero… ¿Qué voy a saber yo?… No sé quién es, hija.
“¡Por Dios mamá¡¡ habla que aún me tiemblan las piernas y mi piel se me eriza!”.
- “Ella, sí sabe, quien eres tú …dime... ¿quién es?... ¡por favor ¡
- “¡Yo, no estoy loca mamá! En sollozos hablaba la hija.
-Pero, dibújala…tú sabes dibujar. Si no dile al viejo Alfredo, el que se la pasa en la Comisaría, el que hace “retratos hablados”. Le vas diciendo cómo la ves y él, trazará con el lápiz su rostro y apariencia, y podré identificarla, en caso de que la conozca. Respondió la madre.
Alondra no se atrevía a dibujarla, el terror la dominaba, pero las ansias de descubrir la identidad de la joven, la obligaban a buscar al Alfredo Villafañe, que prestaba sus servicios de dibujante policial.
El dibujante cuando la vio entrar a las oficinas, interrumpió sus obligaciones y abordó a la joven. Era desde hace años cercano a la familia, el papá de Alondra fue su mejor amigo, ya fallecido, pero a quien recordaba como una persona de su alta estima.
- ¿Qué te trae por aquí, Alondra?
Le explicó la razón de su presencia. Alfredo, un señor de 78 años y quizás por muchos años vividos y experiencias pasadas, no le pidió particularidades sobre el interés del dibujo, su sabiduría lo invitaba a mantenerse callado. Solo manifestó:
-Dime Alondra, con precisión… ¿cómo es la joven? empezando a partir de sus ojos, cejas, nariz, boca, orejas y sucesivamente, háblame de sus vestiduras…y las preguntas de ahora en adelante, las realizo yo…De esa manera, inició la ilustración Villafañe. En la medida que Alondra, respondía sus interrogantes, relacionadas a la contextura física que describía, en un blog de cartulina blanca de 20 x 20, aparecía, en carboncillo, la imagen, perfectamente definida, de aquella joven que la mantenía perturbada, desconcertada.
Agradeció al profesional retratista, quien no permitió pago de sus servicios, pero satisfecho con entregarle a Alondra la estampa de la figura, que aseguraba haber visto, por la que se sentía amenazada, que, para su propio pensamiento, no correspondía a las jóvenes de estas décadas, conclusión compartida por el propio Villafañe, después de ver el resultado del “retrato”.
Llegó a su vivienda. Raquel María, la estaba aguardando, con ciertas expectativas en su semblante.
- “Aquí está mamá, esa es la joven que pronunció tú nombre.”
Raquel María tomó en sus manos el dibujo, lo observó y rigorosamente palideció y con un movimiento brusco, se lo llevó al pecho, como estregándoselo contra él, con fuerza, pero sin rechazo…como si quisiera que entrara en su cuerpo. Y a la vez, unas lágrimas inundaron su rostro…Lágrimas, que Alondra las percibió en su madre, con un profundo dolor… de tristeza, de melancolía.
Se sentó en una silla, que conformaba parte del recibidor, colocado en la sala principal de la residencia, aún con el dibujo en su regazo, se mantuvo muda por unos minutos.
-Es María Pilar…fue la menor de las hermanas de mamá, tú abuela. Falleció a los 16 años, la reconozco porque en el álbum familiar de mamá permanecían sus fotos. Murió después de una ingesta de barbitúricos, eso fue lo que me dijeron. Nunca le perdonó a mamá su matrimonio con mi padre. Ella se había enamorado en silencio, perdidamente de él. Papá desconocía de sus sentimientos y se casó con tú abuela, quien para aquel entonces tenía 20 años y él 23. Eso se conoció, posteriormente, a través de su mejor amiga, otra joven de la parroquia. Con el tiempo, enfermó de depresión y después, ella decidió su destino…”
.” ¿Y por qué a mí?”
-Es la misma interrogación que me formulo… ¿por qué a vos? De eso no tengo respuestas, hija.
- “¿Por qué después de tantos años?” Continúo Alondra.
La tía Cira, que estaba al tanto de los acontecimientos, sugirió llevar a su sobrina, ante un confesionario de la Iglesia católica, donde el párroco, un reconocido servidor católico-cristiano, les recomendó ofrecer una misa para el descanso eterno de la joven, en virtud, de que, para su creencia, existen “almas”, que dejan situaciones “pendientes” en el plano terrenal, y no importa el tiempo trascurrido, aduciendo, que, para esas entidades, no existe tiempo, porque poseen “alma eterna”.
Y así se hizo, oficiaron una misa íntima en honor de la “aparecida”, única manera, de que no siguiera alterando la vida de Alondra, según el criterio del sacerdote.
Alondra, se hizo una exitosa profesional en su área. Se casó dos veces, tuvo dos hijas, y desafortunadamente, sus dos nupcias no tuvieron un final feliz.
Noviembre 2017
Ella misma dio a conocer esa historia, en el año 2017, en unas charlas sobre “Constelaciones Familiares” y “Liberación de las Maldiciones Generacionales” (Éxodo: 20:15) donde abordó las causas e identificación de las blasfemias, condenaciones y reniegos entre parientes, estando convencida, que las palabras de María Pilar contra ella, tuvo repercusión en su existencia, extendida a sus dos hijas, cuyos matrimonios, tampoco sobrevivieron.
Actualmente, tiene 62 años y dice poseer las respuestas del por qué de su desafortunada experiencia y que lo más mortificante, es, no haber podido olvidar la mirada de la joven difunta ni el impacto de sus expresiones.
Ana Sabrina Pirela Paz
(Buenos Aires, enero 2021)
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