Anoche hablé con el amor, me lo
encontré, no entre sueños, sino en conversa. Nos saludamos como dos amigos. Me
preguntó:
-Dime mujer… ¿quién soy?
- Le respondí:
Eres el hálito que, al secarse
la flor
queda su fragancia,
eres agua del deshielo, tomada en abundancia.
Huella del oxidado cerrojo, que abre la puerta para
mitigar un dolor.
Eres norte de un camino sin fin,
poster de un recuerdo eternizado,
razón y credo cristalizado,
marca en la piel, límite en un confín.
Oxigeno que purifica,
emoción que consuela sin estar presente,
ánimo que sobrevive permanentemente,
ráfaga de aire que el sofoco vivifica.
Indeleble tinta del pergamino guardado,
alhaja en el cuello de la mujer enamorada,
pálpito de una corazonada,
que presiente que jamás será apartado.
Aposento para nadie más entrar,
ojos
que hablan, palabras no divulgadas,
hondo
suspiro de caricias prolongadas
en
febriles horas para ofrendar.
Sentimiento añejo ¡despiadada ironía ¡
que, en el tiempo envejecido y claroscuro,
se convirtió en el más fiel, en el más puro,
sin espera ni fantasía, no perdió la lozanía.
04-01-2025
Ana Sabina Pirela Paz
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