Hoy erguido ante las vicisitudes
inesperadas, designios quizás, por lo que se piensa de la cúspide de la potestad
que domina, pero que aún hace latir un corazón, aunque estrujado y, sin
embargo, sigue creyendo y bendiciendo.
Quién entre
preguntas en los túneles oscuros, laberintos de la mente, cual hileras de fantasmas,
observa el desamor del humano que corre en fronteras, atormentando el alma del
que cruza, semejando un tranvía sin estación, pero, que al final debe empujar,
e inexorablemente salir de él.
Son muchos lo que se lanzan y encuentran su
conclusión: la muerte en un desierto, en la selva, en las aguas del mar bravío o
en manos del otro, que acompaña el sentimiento xenofóbico, el que desbarata
ilusiones cegados por el odio.
Demasiados
seres esparcidos, desafiando espacios, pisando tierras extrañas, oliendo nuevos
aromas, escuchando otros idiomas, hablando con desahogos, pero encima de él, el
mismo cielo, con el mismo sol y luna. Pero…las fronteras tienen dueños y las
tierras gobiernos.
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