Ni tristeza que transpira,
sin lágrimas ni infierno
que mortifique lo interno,
brote que agoniza, expira.
Con la verdad escondida
que humilla, que hiere,
como surcos se adhiere
zurció, marcó la herida.
Indiferente, con mal destino,
borrando la desilusión envejecida,
levantó su vida descosida
alzando vuelo tardío peregrino.
Salvando recuerdos y existencia,
despojándose de la ceguera,
un día
vuelta fiera,
miró su
propia presencia.
Con agonía,
cruel hora
¡como hiere la indiferencia ¡
ojos de exclusión, ausencia,
lacera larga ¡vil agresora.
¡Cielo de dolor ¡decepciones¡¡
con ganas de desaparecer,
de no existir, desfallecer,
! ya no más lamentaciones!
Ana Sabrina Pirela Paz
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