La piel es la misma, solo que se desviste de ausencia,
ante el injusto desplante, tampoco se humedece por
llantos.
Su piel es la misma, solo que cambia a ratos,
por surcos que dibujó la indiferencia.
El tiempo cicatrizó lo que le quedaba roto,
desvaneció el
tormento y lo ruidoso,
no recuerda lo que
está dormido,
hoy, la piel
tiene … ¡un destino ignoto!
La piel es la
misma, solo varió la vista oponente,
sin vestigios del dolor que percibió desprecio,
del hijo o del amigo,
menosprecio,
tampoco se resiente ante la mentira de la gente.
Su piel es la misma, solo que ahora diferencia,
la certeza de la duda con el sentimiento que perdura.
No está arrugada ni cansada… no hay premura,
solo en reposo, sin extrañar de nadie la presencia.
El sudor de la experiencia rompió ataduras,
abrió poros, coraza
de tranquilidad y finura,
transpiró
libertad, apertura,
rebotaron emociones,
caricias de frescuras.
Del estructurado ayer, social lisonjero,
soltó el recuerdo superfluo, efímero,
hoy se reúne sin dar consejo,
entendió que mejor
lección tiene un ejemplo.
Y si a la piel le sorprende el verdadero cambio:
frialdad de
muerte,
antes quiere expresar lo que siente:
no hay tranquilidad sin accionar la prudencia,
la única que te
ofrece seguridad e inteligencia.
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