Piedra de sal, donde se escurre tú nombre,
espuma diluida en el mar, salitre sin secar,
simulando miradas sin fijar, palabras, sustituyendo
pronombres.
Cuerpos anhelándose tocar, huyen como alas sin rozar,
son como acordes sin guitarra, en música sin escuchar,
brincando la cuerda, en un juego sin retozar.
La servilleta
estrujada, donde escribí poemas, nuestros nombres,
arrojé al umbral…
se esfumaron aromas y canciones,
después, en mi mural, los sustituí por dos sobrenombres.
Ahora, sin vanidad ni orgullo, eres eterno soneto,
melodía para soñar, la rima de un verso,
mi pintura mental en la galería, un boceto.
Pero, como un lazo desteñido, desbaratado y fatigado,
volando surca el cielo, como saldo del amor,
son restos, sin volver alcanzar, diezmado.
Ana Sabrina Pirela Paz
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