SINOPSIS
Una reflexión sobre un Decálogo realizado por el propio Escritor.
“El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar,
no soporta el modo imperativo”
Jorge Luis Borges
Con el mayor de los respetos y entera consideración hacia todos Ustedes.
En meses recientes, me motivó escribir en esta página web, después de revisar otras de la misma índole y examinando al azar, me topé con unos escritos que estimo de alto valor literario, en relatos, historias y poesía, entre otras expresiones. Así fue como empecé a leer y comentar la producción intelectual de algunos escritores de gran porcentaje meritorio, de la gran variedad que conforman este vínculo, y trasmitir mis relatos, aunque ya he publicado creaciones en otras vías, que no vienen al caso ser comentadas. El interés de este escrito es reflexionar sobre el objetivo de los Decálogo del Escritor, elaborados por literatos célebres y afamados en el mundo de la letra universal y la lección que nos pueden ofrecer a través de ellos.
En la antigüedad, localizamos Los 10 Mandamientos, que, según los judíos y cristianos, Dios se los ofreció a Moisés en el Monte Sinaí. Mandamientos que, al parecer, diferentes religiones lo comparten, de una u otra forma, y que han estado al alcance del conocimiento de la generalidad de la comunidad mundial. En este orden de ideas, Decálogo se interpreta como el conjunto de reglas, consideradas básicas para la realización de una actividad, profesión u oficio.
Etimológicamente Decálogo, proviene del griego “deka”, que identifica al número 10 y “logo”, que es en referencia a la expresión o palabra. Su utilidad estriba, en estar construido por una agrupación de normas, las cuales deben ser acatadas por las personas para las cuales ha sido creado, como sugerencia para la actividad a desempeñar. Por ello encontramos Decálogo dirigidos a casi todas las profesiones: Decálogo del Médico, del Abogado, solo para mencionar a dos de las reconocidas carreras profesionales.
En la actividad del escritor, son reseñados por los literatos, Decálogos, inspirados en su propia experiencia y sentir, recogidos como insinuaciones y consejos, unos expuestas con humor elegante, con una singularidad personal e “Ironía Amarga” como la obra del escritor guatemalteco, Augusto Monterroso (1978), que, aunque nació en Honduras, optó por la citada nacionalidad en virtud de una inclinación familiar. Este autor, propone 12 enunciados en su Decálogo, dejando al interesado, apartarse de 2 y quedarse con 10 de los expresados, en este, su parodia no puede ser más real.
Ernest Hemingway, registrado como unos de los más influyentes escritores estadounidenses, propone un Decálogo, conforme a su sello personal, impecable en su propuesta y uno de los quizás, más conocidos por escritores consagrados y admiradores de este notable dramaturgo.
Stephen Vizniczey, escritor de origen húngaro, en 1977, publicó en el The Sunday Telegraph, su Decálogo, compuesto por referencias con perfil de recomendaciones o exhortaciones, redactadas con mucho humor y descarnada franqueza, conforme a su estilo que abiertamente refleja “En brazos de la mujer madura”.
Así como algunos escritores acreditados ofrecen su propio Decálogo, ya sea con carga de humor o ironía, acidez o dulzura en la intención de las palabras, en el fondo revelan la gran verdad que existe en el sentimiento de todo “creador” literario: alegrías y tristezas, frustraciones o logros, glorias o fracasos. Resultados, que no debe objetársele al lector, al contrario, en los Decálogos, a los cuales me he referido, muestran consideraciones hacia el leyente, desde la visión de cada escritor.
Monterroso, en el enunciado Décimo de su Decálogo señala: “Trata de decir las cosas de manera que el lector, sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando, procura que efectivamente lo sea, pero para lograr eso, tendrás que ser más inteligente que él”.
El lector es un personaje ajeno a la obra, solo lo mueve su adicción a la lectura y que en grado superlativo es importante como factor de “consumidor” de letras, de obras literarias, de bestsellers, que podría contribuir, sin duda a la “fama” o a los ingresos económicos del escritor, por la acogida en la adquisición del producto intelectual de aquél.
Esta reflexión la anoto, porque el escritor, debe poseer suficiente inteligencia emocional, en caso de que así no fuere, intentar desarrollarla, a los efectos de aceptar o considerar todo tipo de crítica, aún la más ácida proveniente del lector y respetar su punto de vista, sea injusto, odioso, impertinente, cual fuera el calificativo que le quiera agregar. Un escritor intolerante muestra soberbia, arrogancia y un “ego” susceptible, aspecto sobre el cual debe despojarse, porque su ceguera ante la crítica, sátira o diatriba, positiva o negativa, impidiera” ver” la debilidad o la grandeza de su creación.
Alguien que escriba públicamente se expone y se arriesga a cualquier comentario u observación sobre lo que pretenda trasmitir, con resultados contrarios o positivos y de allí, el de asumir las consecuencias. Por lo que debe desdeñar ninguna crítica condenatoria, ni de presumir de la más rimbombante.
Vizniczey, en el Cuarto enunciado del Decálogo de su autoría, enseña el de “No seas vanidoso”: Si crees ser sabio, racional, una bendición para el sexo opuesto o ser víctima de las circunstancias, es porque no te conoces a ti mismo lo suficiente.”
El lector debe ser respetado, independientemente de su nivel académico, conocedor o no, del arte que se exprese, porque toda opinión pudiera dejar una enseñanza o una herramienta para mejorar. Posiblemente, existan escritores que no comparten esta reflexión, acepto cualquier posición adversa. Sin embargo, dejo esa cavilación como enfoque de que cada escritor hacedor de un Decálogo, debe tomar en cuento en sus enunciaciados, al lector, que no debe quedar afuera, está en la parte exterior, pero, con ubicación importante en el futuro de la obra.
Por eso es conveniente que el escritor se arme de su propio Decálogo, se fomenta en fundamento de sus vivencias y prácticas, porque cada escrito es obra de sí mismo. Son sus ideas, inspiración, pensamientos, es parte del él y de lo cree, de lo que siente. Un escritor sin Decálogo, o sin conocimiento de lo que éste representa, seguramente dejará de percibir la estrecha relación con el lector y las ineludibles reglas, que, aunque no las escriba, no debe dejar de observarlas.
Para finalizar, tomo de la escritora española Julia Navarro, la siguiente frase:
“No escribo best-sellers. Son los lectores los que convierten las novelas en éxitos. Yo no sé muy bien lo que es un best-seller y yo desde luego no hago best-sellers. Yo escribo libros que luego tienen aceptación por parte de los lectores y son los lectores los que deciden convertirlos en éxitos”
Ana Sabrina Pirela Paz
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