25 nov 2021

SERIE NAVIDAD: LAS 7 PETICIONES SILENCIOSAS

 



SINOPSIS

Una historia verídica en la navidad del año 1994. Los que han experimentado el temor inminente, por la pérdida de un ser querido en esas festividades, comprenderán sobre el grado de vulnerabilidad del ser humano y del dolor, infinitamente, sin medida.

Aturdida, desesperada, Sabrina, gestionaba administrativamente, un permiso no remunerado, en la empresa donde laboraba, porque consideraba que debería ir al cuido de su padre, quien se encontraba en la clínica, por una dolencia imprevista y en la que acudiría, en las próximas horas, a permanecer el tiempo que dispongan los galenos, mientras estará internado su progenitor.

En ese recorrido, Sabrina, no anda sola, está en compañía de su hermana Beatriz, quien hizo lo propio, en el establecimiento que administra, le otorgaron su permiso.  Ambas sabían, que sólo podía quedarse en el segundo piso de la habitación No 235, una sólo de ellas, era lo permitido, según las normas del centro de salud.

- Hermana, ¿y cómo vamos hacer? Preguntó Beatriz.

-No te preocupes, cuando tú te agotes, entro yo, y así sucesivamente, nos turnamos. Pero del lecho de nuestro padre, no nos vamos a “despegar”. Respondió Sabrina.

Y así sucedía… Las hermanas, permanecían día y noche, pendientes por la salud de su padre. Fueron días de angustias, desvelos, incertidumbres. Envueltas en tristezas, se consumían por el temor del inminente hecho de perder al autor de sus días. Eran 7 hermanos, un varón y seis hembras. No todos podían estar, llegaban en horas de “visita”, provenientes de otras localidades y en algunas oportunidades, las obligaciones laborales o familiares, les impedían relevar a las dos hermanas en su propósito. No obstante, se mantenían todos unidos, en sentimientos de amor y solidaridad.

Pero Vicente, cada vez, empeoraba en su estado de salud. Lo habían trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivo (UCI), destinada a los pacientes de alto riesgo, en virtud, de que le había sobrevenido, una afección renal y como consecuencia, una septicemia generalizada.

Mañanas, tardes y noches... las dos hermanas, ya fatigadas y desesperanzadas, sentían que las fuerzas físicas les fallaban. A Vicente, lo habían internado un 7 de noviembre con un diagnóstico diferente y a los 3 días, fue remitido para dicha Unidad...

El reloj marcaba las 6:30 am, era jueves 7 de diciembre de 1994, había transcurrido un mes y aún se mantenía en un estado invariable, según los médicos, quienes solo respondían a la pregunta diaria, que hacían las dos hermanas:

_” Doctor, ¿cómo amaneció papá?”

- “El Sr. Vicente está “estable”, mantengan su fe”. Con esas palabras siempre contestaban. Que, al parecer de Sabrina, era una respuesta fría y lacónica.

Abrumadas, entristecidas, el tiempo avanzaba y no observaban cambios. La impaciencia por la presión de la cercanía de las festividades navideñas, se adueñaban de ambas. Solo en imaginarse, que su padre falleciera en esa fecha o que no estaría en su hogar, la consternación las envolvía.  Vicente que todo el tiempo les inculcó que eran fechas para el disfrute de reuniones con el entorno familiar. Él, quien siempre era el primero, en pedir que se adornara el árbol de navidad, porque era símbolo de abundancia, y que la conmemoración del nacimiento de Jesús, el Mesías, había que celebrarlo.

 Su padre era cristiano- evangélico y su madre católica, practicante. Si bien, existían diferencias en creencias religiosas, les había infundido a sus hijos, que cada quien seleccionara la fe que quisieran, que era una elección personal, íntima. Que solo la tolerancia, el respeto y el amor, unían la parentela, independientemente del fervor de cada quien, y que solo pedía, que sus descendientes no discutieran, por tres motivos: religiosos, políticos y económicos. Que, en esos aspectos, ni los más sabios habían coincididos, por lo tanto, debían “soltar” cualquier prejuicio que surgieran en conversaciones de esos tres tópicos. Y así crecieron, entre dos corrientes de religiosas, pero, precisamente, quizás por esa circunstancia, los 7 hermanos, profesaban creencias variables.  Sabrina, decía ser agnóstica, su hermano, Bruno, ateo, conceptos distintos, en principios y en el actuar y Beatriz, cristiana-evangélica, como su padre.

Las demás hermanas:  una católica, otra evangélica, una convertida en el judaísmo y la última, budista, se mantenían cada una en sus dogmas.

 Como todos los días, le preguntaban al médico tratante, sobre la salud de su padre. Ese día el especialista, respondió:

Chicas, el Señor Vicente, no amaneció nada bien, a las 4:00 de la mañana, tuvo lo que se conoce como el “síndrome del amanecer”, por su estado diabético y entró en coma. Lo lamento, pero es que ha estado de extremo cuidado.”

Sabrina y Beatriz, quedaron atónitas, al escuchar las palabras del médico, que, sin esperar reacción de ellas, prosiguió su conversación:

- “Les sugiero, que vayan haciendo los preparativos funerarios. No ceo que su padre supere ese cuadro. Siento decirles eso, pero es la verdad”

Las hermanas, casi al borde del desmayo, por el impacto de aquellas palabras, no podían dar crédito a los que se les avecinaba, según lo dicho por el especialista.

Sabrina tomó las manos de la hermana y le dijo:

“Rechacemos mentalmente esos términos. Él no es Dios, ni un semi-Dios, que vaticine el destino de nuestro padre. Tienes que hacerme un juramento, en no darle fuerzas a esas palabras despiadas y falsas. Creo en una energía, que es fuerza maravillosa, que impedirá que papá se nos vaya en esta navidad …Morirá, sí morirá, como todo mortal, pero aún no es su tiempo. Lo percibo en mí corazón, así es y así será.”

“¡Amén y amén! En nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Respondió Beatriz.

Ambas se prometieron así mismas, en no creer en las conclusiones del Dr. Méndez. Mentalmente debían reinvertir lo que representaban para sus corazones y oídos..

Sin embargo, en el trascurso de las horas, en la visita, los demás hermanos se enteraron de la gravedad de su padre y Bruno, insinuaba, que debía irse a ocupar sobre las diligencias de los trámites funerarios. Lo que impidió Sabrina y le hizo ver a su hermano, que tenía que mantener el apoyo en las decisiones de la mayoría. Las demás hermanas no opinaban, silenciosas, estaban en un estado como de entrega…Solo Sabrina y Beatriz desaprobaban cualquier actividad que involucrara, no solo el pensar, sino el de accionar, cualquier  diligencia para las futuras exequias de su padre. Ellas como eran  las únicas que se oponían, se justificaban, diciendo ser mayoría, porque las demás hermanas, en  nada intervenían.

¡No, eso no!  ¡Eso no va a suceder! Manifestaba Sabrina, cuando se le acercaba un pensamiento relacionado al fallecimiento de su padre.

Prosiguieron los días... y llegó la noche buena. Para ellas ni para la familia, ese año no hubo navidad.  Ese día, como de costumbre, las hermanas no se apartaron del centro de salud.   Lejos estaba en la mente de ambas, sobre un “alta” expedido por los médicos. Pero…no se imaginaban que ese día llegaría...

Sin previo aviso y sorpresivamente… Un día antes, de la última noche del año, una mañana como de costumbre, las hermanas, le hicieron la misma interrogante al médico:

“Doctor… ¿Cómo amaneció papá?”

Les tengo una noticia. Hoy enviamos al Sr. Vicente a una habitación y mañana, si amanece sin ningún contratiempo, le daremos el “alta”, ´para que pase el fin de año con ustedes, dentro del calor familiar, posiblemente, sus últimos días, porque, definitivamente no podemos hacer nada más. Hasta aquí llega la ciencia”. Pero antes, vamos hacerle un tratamiento final...”

Enmudecidas, exhortas por el alcance de lo expresado por el médico, las dos hermanas, se abrazaron y empezaron a sollozar....

¿Por qué deciden hacerle ese examen ahora, porque no fue antes? Manifestó Beatriz.

Estoy segura, hermana, que los médicos tienen sus propios compromisos familiares ... Aquí solo quedará el personal de guardia.”

Hermana… ¿son capaces de entregarnos a papá, para que se nos muera en la casa? Infirió Beatriz.

Posiblemente así sea, pero eso no va a ocurrir. Salgo a gestionar una ambulancia para que papá no salga mañana. ¡Saldrá hoy! vamos a exigir que se nos entregue ya.”

¿Te volviste loca, hermana? Le decía Beatriz.

“Si ha de morir, ¡que muera en nuestro hogar!” Pero eso no va acontecer.”. Afirmaba Sabrina.

Después de una discusión con el cuerpo de especialistas, de lo que resultó un acuerdo, a las hermanas le permitieron la salida de su padre y fue trasladado esa misma tarde, a su residencia.

Fue una tarde del 30 de diciembre del año 1.994. Las hermanas, observaban, que las fuerzas físicas de su padre no eran las misma, al compararlas antes del ingreso al centro hospitalario.  Un padre de estatura alta y contextura fuerte, atlética, ahora parecía un despojo de huesos y piel.... Pero, Vicente no había perdido sus facultades mentales, masa muscular, sí, pero su espíritu y fe, estaban inalterables.

Vicente, quien no podía caminar y se mantenía en su habitación, ordenó, que, por su quebranto de salud, no dejaran de disponer  de la cena para despedir el año viejo y darle la bienvenida al nuevo. Que, aunque él no se podía sentar en la mesa para compartir, ni consumir los alimentos, disfrutaría desde su habitación, esa hora tan esperada, las 12:00 a.m. junto a Josefina, su esposa, que todo el tiempo estuvo en expectativas por su llegada.

Las hijas, haciendo un esfuerzo por no mostrar aflicción, realizaron lo solicitado  por su padre:  adornaron la mesa, con sus juegos de platos y cubertería. Y empezaron a cocinar, para que la noche del 31 de diciembre, fuera como siempre: suculenta y festiva.

Todos fueron llegando, con sus respectivos miembros familiares. Se acostumbraba a pedir deseos, ingiriendo uvas, antes de la media noche. Peticiones escritas, otras leídas, algunas en silencio. Adultos y chicos, practicaban el ritual....

Sabrina propuso, que cada uno de los 7 siete hermanos, elevaran una petición, a las 12:00 a.m por la salud y la recuperación de su padre, independientemente, del credo que profesaban.

Todo aprobaron la idea.

¿Y ustedes dos, que no tienen religiones, a quiénes  dirigirán sus peticiones? Preguntó Del Valle, la hermana mayor,  una “mariana” devota fervientemente de La Virgen María y del Dios católico.

Yo, a mis ancestros, que es lo más cierto que poseemos”. Ellos me la harán cumplir”. Dijo Bruno.

“Mi petición va destinada hacía aquella estrella, aquella que está allá…en el Universo, en el firmamento…Puede ser la estrella de Belén o Sirio…”. Expresó Sabrina, señalando con el dedo   índice de la mano derecha al cielo, a un lucero que se destacaba sobre las demás, por su luminosidad.

Así, fue como se unieron, recogidos en una sola petición silenciosa, los 7 hermanos, pero con variados destinatarios a: Jesucristo de Nazareth, para los evangélicos; al Mesías, del judaísmo; a Dios, a Jesús y La Virgen María, de los católicos; al Buda Gautama, de los hindúes; a la estrella del firmamento, para los agnósticos y al espíritu de los ancestros, para el hijo ateo.

 Dos recogían sus manos, en señal de oración, una las elevaba, otra se arrodillaba, alguna meditaba, alguien, solo alzaba los ajos hacia las alturas y uno pensaba…. Mientras tanto, afuera, alrededor, se alumbraba el infinito y su  atmósfera, por los efectos de los fuegos artificiales, escuchándose los sonidos de las matracas y vítores para el año que recién se iniciaba.

“¡Feliz año 1995!”  Expresaban todos, al unísono.  

Vicente cumpliría 80 años el 10 de enero del nuevo año 1995,  sumándole seis más, para un total de 7, sobrevividos,  después de superar su gravedad.

Para sus hijos, fueron los 7 años de existencia en respuestas a las 7 peticiones silenciosas que fueron respondidas…7 años, que cada Dios, deidad, en la ideología de cada uno de ellos, le fue concedida.

Vicente falleció , rodeado de sus hijos, nietos  y esposa, en el interior de su hogar, una mañana del 17 de noviembre de 2001, víspera del Día de La Virgen de Chiquinquirá, patrona religiosa del Estado, cuyo jubileo da inicio a la navidad, en esa localidad.

Ana Sabrina Pirela Paz

 

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