SINOPSIS
La navidad está plegada de momentos felices y de muchas ilusiones. Esta historia es verídica. Muestra la experiencia de una niña, ante el regalo no prometido, enfrentando lo inexorable de la vida, pese a su corta edad: la realidad.
“Crecer es perder alguna ilusión, para adquirir otras”
(Virginia Woolf)
“No deberías sintonizar ese canal de TV. En estas fechas se intensifican las promociones para comercializar los juguetes, que vuelven locos a los padres, porque muchos no los podrán comprar”. Con estas palabras, Sara, se dirigió a su hermana, Verónica, a quien visitaba con frecuencia porque ambas residían en el mismo vecindario.
“Sucede hermana, que ese es el mismo canal, donde trasmiten los comics. Siky se distrae con las comiquitas infantiles”. Respondió Verónica.
¡Claro hermana ¡ese es el “gancho”, ¿por qué crees tú, que los pequeños se antojan de cuánto juguete ven en la televisión? Le increpó Sara, ya casi despidiéndose. Le estampó un beso en la mejilla a su hermana y un abrazo a su pequeña sobrina, que estaba frente a la televisión, sentada en el sofá del recibidor.
Pero antes, agregó:
“La navidad se acerca y ya verás, que la lista de regalos de los nenes, estará plegada de tantos nombres de juguetes, por tanta propaganda que alienan sus inocentes mentes. No estoy de acuerdo con eso, porque en los hogares de muchos, podrán existir televisores, pero lo que no hay es suficiente dinero, para que los mayores complazcan a sus hijos.”
Verónica sabía, que a su hermana le sobraba la razón. La habían despedido el primer día del mes de octubre, por reducción de personal en la fábrica donde laboraba y aún no había conseguido otra colocación. Divorciada y con dos hijas: Virginia de 8 y Siky de 5 escasos añitos. Así estaba conformado su hogar, que se mantenía con el sustento que ella proporcionaba y la ayuda de sus solidarias hermanas.
Estaba segura, que difícilmente, podría obtener para las niñas, el tan esperado regalo de navidad.
Como las fiestas decembrinas, estaban prácticamente encima, ya había dispuesto el árbol de navidad y el Belén, ambos, colocados en el salón central de su vivienda.
Las “cartas” para Papá Noel o Santa, ya estaban introducidas en el interior de cada” bota”, un número de dos, que ella misma había elaborado junto a Virginia, hechas con tela de fieltro y cintas, con las identificaciones de cada nombre de sus dos hijas, alineadas en letras doradas escarchadas. Para ella… no existía bota.
La navidad, para su opinión, era para los chicos, con la ilusión de la llegada del personaje legendario, incluyendo a los Tres Reyes Magos y la conmemoración del nacimiento del Niño Jesús.
Leyó las cartas, Virginia, con su incipiente letra pedía un "Diario” y unos patines de pista sobre hielo y Siky, ayudada en la escritura por su hermana, deseaba una muñeca...
Una muñeca...esa misma, que mostraba la TV y que su hermana, semanas antes, le había advertido. Los patines para Virginia, no le era difícil, estaba segura que su tía- madrina se los obsequiaría.
Pero, la muñeca que deseaba Siky, era sumamente costosa, de una marca de fabricación famosa. Cuya novedad, era, que, al humedecerle sus mejillas con una delicada toallita, que traía como promoción, se sonrojaba y a la vez, sonreía.
Solicitar a las hermanas ayuda para complacer a Siky, a Verónica le parecía un abuso. Suficiente era ya, con el auxilio en la cancelación de colegios de ambas niñas, ropa y alimentación. Pero, tenía en su mente una idea...que la pondría en práctica.
La noche buena, siempre se recibía en casa de los abuelos maternos y a las 12:00 am se iniciaba la entrega de los regalos, por parte de un “Santa” que le alquilaban sus servicios, para el entretenimiento de niños y adultos.
Llegó el esperado día, que, para el grupo de sus parientes, era el más festivo del año, aprovechado también, para un reencuentro hogareño. La noche transcurrió con alegría, con el acostumbrado brindis y la suculenta cena tradicional.
Pero, el ambiente de entusiasmo cambió en el momento de la distribución de los juguetes. Los niños fueron los primeros en recibir sus obsequios en manos de “Santa”. Por lo general, el juguete anhelado, que cada uno había solicitado en las “cartas” dirigidas a la popular figura, que año tras año, baja del Polo Norte con sus trineos, para entregar a los más pequeños, sus deseados presentes...
Después le llegó el turno a los adultos, quienes también recibieron sus ofrendas, cada uno de ellos.
Felices y contentos, ya cada quien, con sus regalos, cantaban villancicos ante el altar del Belén, agradeciendo parabienes de salud, amor, paz y prosperidad. A partir de aquí, era el momento de abrir los obsequios…
Siky había recibido una hermosa caja, con su envoltorio de estrellas multicolor, que se destacaba por un lazo de colores rojo y verde, tan grande como su estuche... adentro, una muñeca que reposaba delicadamente en el interior de éste. ¡Esa la que había pedido en su “carta”¡ Esa, que, gracias a la colaboración de su hermana Virginia, pudo escribir y que había llegado desde zonas nórdicas y heladas y que ahora, acariciaba con sus suaves y frágiles manitos. Su rostro hermoso resplandecía de felicidad…
Extrajo la muñeca de su contenido, con suma rapidez. Antes rompió su envoltura y la arrulló fuertemente entre sus pequeños brazos y siguió buscando dentro de la caja, algo que ella esperaba encontrar: la toallita que humedecía las mejillas de la muñeca, y que, al tacto, se sonrojaba y la hacía sonreír.
Pero, su inocencia, no la hacía concluir en detalles, pero sí en ideas. Se acercó a la mesa, donde aún estaban restos de alimentos en los platos por el efecto de la cena, alcanzó una servilleta, la humedeció, con el agua, que reposaba en un vaso, la deslizó por encima del rostro de la muñeca, esperando el efecto...pero… ¡no lo hubo ¡ ¡La muñeca, ni sonrojaba, ni sonreía!
La pequeña niña impactada, empezó a llorar desconsoladamente y dirigiéndose a “Santa”, que ya estaba por despedirse, le gritaba:
¡Santa, Santa, ¡esa no es mí muñeca!
¡Santa, Santa, ¡ esa no es mí muñeca¡
Y a su madre, con un ahogado llanto, le infería:
¡Mamá, no quiero esa muñeca!
¡Mamá, no quiero esa muñeca¡
La muñeca fue a parar en manos de su progenitora, con gesto de rechazo e ira, por parte de Siky.
Verónica, consternada, no hallaba qué hacer, no le salían palabras, para calmar el llanto de su hijita.
Después de varios intentos, las tías la lograron aquietar y después, se quedó sentada en el segundo escalón, que conducía a las escaleras de las habitaciones. Desde allí, se escuchaban sus sollozos, que repetía una y otra vez...
“Mamá, no quiero esa muñeca”
“Mamá, no quiero esa muñeca”
Ya “Santa "no estaba. No articuló palabras frente al episodio. Se había retirado con signos de aflicción.
Esa madrugada, después de tanta alegría, no hubo escena más triste: ver a Siky, sentadita, gimiendo, quedamente, en las escaleras…
La familia siempre recuerda ese acontecimiento, y juraron entre sí, que, en la medida de lo posible, si seguían realizando el acto de la ilusión por los juguetes de los hijos, tratarían de explicarle las posibles eventualidades, en caso de que no fueran complacidos por el regalo deseado. Que no todos podían tener lo que querían. Que le hicieran comprender a los chicos, las dificultades que podrían presentarse para su adquisición. Que la navidad no solo es un regalo material, que existían otros “obsequios”, como reunirse en familia para disfrutar en armonía y valorar su existencia y sobretodo, para las personas que profesan su fe, conmemorarla y honrarla. Que la navidad, aunque tiene “magia” también posee “realidades”.
Siky ya adulta, entre tantas fechas decembrinas, que ha compartido, refiere que aún recuerda ese hecho, que la marcó en un tiempo con” un antes y un después”. Que para aquél entonces, fue devastador, lo que sintió: decepción, desilusión, ira ...Que desde entonces, no quiso tener más muñecas y desde allí, dejó de creer en el “Santa” y que ese sentimiento, de rechazo, solo fue revertido, cuando su madre le habló con la verdad, manifestándole el verdadero origen del regalo: comprado por ella misma, en versión de “imitación”, porque la “original” era imposible adquirirla por su alto costo.
Lejos estaba Verónica, en pensar que esa “imitación” iba a tener el efecto que causó en el ánimo de su pequeña hija.
Hoy en día, Siky cuenta con 30 años y tiene una bebé de 3 añitos...y por supuesto, no está dispuesta a que su hija viva su misma experiencia...
“Eran otros tiempos, … yo aprendí”. Expresa.
Ana Sabrina Pirela Paz
(diciembre 2020)
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