19 nov 2021

UN ANUNCIO INESPERADO



SINOPSIS

Las creencias de un grupo social tienen su asidero y conformidad, en la forma de idealizar una proposición, o conjunto de ideas, como potencialmente ciertas, adaptándose en su cultura e identificándose con los pares que comparten creencias similares. La creencia sobre la que se narra en la presente historia, es parte de la cultura y folklor de algunos pueblos de la América del Sur. Ahora bien, hubo un suceso real, que coincidió con la creencia del colectivo …Entonces, surge una interrogante: si existen sucesos reales, que coinciden, con las creencias de una región…¿ cuál es la relación entre la creencia y el hecho verdadero ?

Agosto, 1979

Eran seis hermanas, creadas dentro de una formación cristiana religiosa, de estrictos cánones de comportamiento y rigidez en normas educativas. Los que las trataron, dejaron testimonios, de que, sobrepasaban, con el proceder las enseñanzas de urbanidad del Manual de Carreño, en cuanto al desenvolvimiento familiar y social se refiere. Las edades oscilaban entre los veinticuatro años, la mayor y  catorce,  la menor,  con dos años de diferencias, periodo, cuya programación había sido  determinada por los  propios progenitores, quienes deseando tener otro hijo varón, como el primogénito y  en esa espera,  poblaron con seis niñas su amado hogar…Jóvenes complacidas, sobre todo por su padre, quien demostraba, no solo el afecto paternal, sino que mantenía su fervor en  satisfacer los gustos de sus seis  hijas, ya sean por  simples caprichos o por  alguna necesidad.

Se acercaban las vacaciones de agosto, días que aprovechaban para el disfrute y el descanso en un lugar costero, donde el padre les había construido una casa de veraneo, ubicada al frente de una bahía. Él, mientras tanto, cumpliendo obligaciones laborales, tenía que regresar al Puerto, donde allí, lo esperaba un barco petrolero, cuya responsabilidad de su conducción dependía solo de él. Debía partir a otro litoral, posiblemente el de Asía, calculando su regreso, de cuatro a  ocho meses, dependiendo de los trámites del desembarque.  Dejar a su esposa y a sus hijas, lo entristecía, pero, ellas no quedaban solas, tenía hermanas, quienes quedaban atentas, ante cualquier requerimiento de su núcleo familiar.

En esos días de asueto,  las seis hermanas y los lugareños, se acostumbraban a bañarse en las hermosas y cristalinas playas, comer de la gastronomía local y reunirse con las demás chicas, amigas de la costa.

El hecho aquí narrado, aconteció, en una noche, donde las jóvenes en posición de rueda y frente a una gran fogata, se encontraban sentadas cómodamente, sobre la arena playera. Hoguera que ellas mismas realizaban, escogiendo las ramas y conchas secas, que caían de lo alto de las palmeras de los cocoteros. De esa forma, estaban todas dispuestas, a contar chistes, historias, en “ponerse al día” con los sucesos propios y ajenos. Por lo que se hacía una tertulia amena, que, entre exclamaciones de alegres voces, risas y en oportunidades, cantos, divertían el nocturnal pueblerino. No faltaba la compañía de la lumbre de luna llena y el alboroto de las luciérnagas, que con su fulgor hacían resplandecer los anocheceres.

En esas veladas, siempre se unía, en un rol de vigilancia, alguna de las tías paternas. Esta vez, le tocó el turno, a Carmen Alicia, una, que, aunque era las más moza de las nueve hermanas del padre, tenía la capacidad de observancia , con el rápido movimiento en el cuidado de las sobrinas. Su mirada aguda y fulminante, espantaba al más fiel y persistente pretendiente.

La concurrencia transcurría felizmente, pero tenía fijado un término, regla impuesta por los padres y estaba por culminar…. Eran aproximadamente, las 1:30, de la media noche, cuando escucharon un ruido, cuyo sonido provenía del techo de la vivienda…La tía, conocedora de todas las especies nocturnas, dedujo que se trataba de un ave, y que, después, de escuchar su trinar, era para ella,  por demás, consabido…

El ave cantaba sonoramente, haciéndose ver, entre los reflejos giratorios   del alto faro, que se divisaba a lo lejos, con su pico afilado y patas de zanco….

¡Dios mío¡¡! ¡Dios de las Alturas! Alguna de ustedes está embarazada.”  Exclamó Carmen Alicia, perpleja, absorta.

¿Quién de ustedes es la causante de la   noticia? Preguntó ávidamente.

¡Huy ¡¡ yo no ¡. Gritaron algunas.

“¡Nosotras tampoco”¡ Afirmaron otras.

“¡Tía te has vuelto loca ¡…creyendo en esas tonterías ”. Se expresó la mayor de sus  sobrinas.

Las pocas muchacas, que aún quedaban sentadas, se levantaron como resortes, paralizadas y perplejas, por lo que manifestaba e interpretaba la tía.

¡Cómo que loca ¡El alcaraván anuncia cigüeña y mírenlo, como se mueve, presumiendo de su presagio”! Impulsivamente y con tono de autoridad, respondió la tía.

Fue en ese momento, cuando el pájaro alzó vuelo, para posarse en la orilla del lago, en busca de alimentos.

“Tía ese pájaro viene a alimentarse de los caracoles y moluscos que están en la costa…Míralo como es hábil con el pico…”. Refirió alguien del grupo.

“Pues, no busquen justificación, ni se preocupen…Quédenseme tranquilas…Estar embarazada no es una condición que podamos esconder…Esperemos entonces, dos o tres meses y sabremos quien es la primera y nueva mamá del grupo”. Sentenció Carmen Alicia.

¡Vamos ¡se acabó esto. Hasta mañana, cada una a su casa”. Del interior de la estancia, se oyeron los pasos y la voz de Ana María, la madre de las seis hermanas, a quien el canto del ave, la hizo interrumpir sus horas de rezos.

¿Hermana escuchaste al alcaraván?  Interrogó la tía.

“Sí…estuvo minutos parado en el tejado…La que es, está cerca o vive entre nosotras. ¡Dios Eterno¡¡que no sea una de mis hijas!  Imploró, mirando al cielo.

Las chicas se despidieron, entre abrazos y besos, consternadas aún, por la llegada del  plumífero y la creencia de  Carmen Alicia, quien afirmaba que  traía augurios.

“Hermana todas están aturdidas, pero una sola, estará asustadísima…El alcaraván, no se detiene si no viene con noticias”. Proseguía comentando la tía.

“Bueno ya saben lo que avisa el canto del alcaraván. En caso, de que sea por una de ustedes, me lo van diciendo, peor, es que me entere tardíamente o por voces ajenas. Ya les he enseñado, que, en esta familia, cada una asume la responsabilidad de sus actos,” Intervino Ana María, dirigiéndose a sus hijas mayores.

“Mamá, estás desvariando… Ninguna actualmente, tenemos novio. La que tuvo fue Elena, y hace meses terminó con Esteban…y Pedro Luis, solo es mi enamorado y aún, papá no ha ofrecido su consentimiento…Así que, por esa razón, ni nos vemos…De las menores, ni hablar”.

La madre, aunque las palabras de su hija mayor, se percibían sinceras, quedó pensativa…Había en su interior un presentimiento, inusitado…Recordó, un hecho, que quedó grabado en su memoria, así como la advertencia mediante una fragancia , que no se  había podido desvanecer.

Había acudido a la iglesia, a ayudar a las demás mujeres, para preparar la romería de la noche de San Juan, era día domingo, 24 de junio ,  allí esperaría a las cuatro de sus hijas mayores, a la hora pautada, a las 15: 30 , las menores quedaron al cuidado de las tías paternas. Solo llegaron tres, faltó la de dieciocho años.

¿Dónde quedó Gabriela? Peguntó la madre.

Dijo que pronto llegará. Se fue a bailar tambores” ….

Ese hecho, difícilmente, se le borraría de la mente a Ana María. Conocía a sus hijas y sabía, con certeza, que ese día, Gabriela, pudo haber vivido algo trascendental…Con un impulso que sacudía, cuerpo y espíritu, se le acercó a la hija.

¡Si eres tú, confiesa! El cabello suelto de Gabriela revoleteaba en su rostro y un cuerpo con voz temblorosa, empezó a balbucear palabras.

“Fue la  noche de San Juan, por la media tarde me encontré con mi enamorado. me llevó al interior de “La barloventeña” la barca de “Las Pirela”, la que tienen atracada detrás del arrecife de la bajamar. Aprovechamos el son de los cueros de los tambores, y el bullicio de la gente entretenida, con el canto y la danza… Y cuando el viento apagó las velas, nos salimos de la aglomeración y nos fuimos a la barca. Cuando dejamos de escuchar el último tambor y el estallido de los fuegos artificiales… salimos corriendo. Él se dirigió de lado izquierdo y yo, por el  orillar derecho, busqué el camino de  la iglesia… Al llegar, me escondí entre el tumulto de gente, que ya empezaban a llegar para el velorio del santo…Allí estabas tú mamá, te vi preocupada y angustiada por mi ausencia.”

Ana María, evocó el interrogatorio que le hizo a Gabriela, aquella noche …

¿Hija, dónde andabas? Te estábamos buscando…

Anduve con los tamboreros, bailando en cada parada”

Pero, la madre, miró a la hija y sabía que le mentía…Supo desde el principio, que el sudor y el  aroma, que emanaba del cuerpo de su hija, no era el de la atmósfera de la fiesta…Ese olor ella lo conocía: era el de  los fluidos de los cuerpos al compás, no del baile, sino de la entrega, de  pasión…

La madre, aún percibía, la fragancia que brotaba de la humanidad de su hija, en la noche de San Juan…

¿Quién es el padre? Esperaba la sincera respuesta, mirándola fijamente a los ojos. Una mirada firma, segura, que revelaba el presentimiento de la madre.

La hija impávida, sabía que no tenía escapatoria y que negar la situación era peor, con templanza, respondió:

“Es Diego Luis…el médico”.

“Mamá… ¿Cuándo se lo dirás a papá?

Yo no se lo diré …A usted le corresponde anunciar la novedad. Aquí el que rompe reglas, asume la responsabilidad. Ya es mayor de edad”.

El alcaraván continuaba cantando en el arenal húmedo ,  emitiendo su gorgoriteo  agudo,  como avisando de su presencia  a los demás pobladores del sector.

El padre regresó en víspera de la boda de su hija y del nacimiento del nieto, bautizado como Juan, en honor al día del santo y fecha de su concepción.         

Ana Sabrina Pirela

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