“Con
tús oraciones puedes hacer caer, la lluvia de la misericordia”
(Charbel Makhouf
1828-1898)
Valeria ya había cumplido
los roles más importantes de la existencia de una persona: hija, hermana, pareja
y madre, con la gratificación de estar felizmente retirada del ejercicio de su
profesión, de lo que se sentía estar plenamente satisfecha, por lo que había logrado en su desenvolviendo, no
solo el área familiar, sino en el campo laboral y por supuesto, en las exigencias
que le imponían la propia sociedad: ser una ciudadana de reconocida solvencia
moral y cívica.
Pero, pese a su complacencia personal,
percibía que le faltaba un rol que completar para sentirse totalmente realizada.
Lo deseaba fervientemente y los años transcurrían sin vislumbrar la posibilidad
de tan añorado logro: ser abuela.
Tuvo un solo hijo, Henry Luis,
que al igual que ella, se hizo un profesional exitoso de la abogacía, con
grandes cualidades y actitudes, que lo hacían ver como un digno espejo del
papel que había realizado su madre, en los diferentes escenarios vivido. Su hijo, ya de treinta y cinco años, vivía en
pareja, con Melania Virginia, una economista que había conocido en la entidad
bancaría donde laboraba y que desde que se cruzaron, Henry Luis, había
quedado impactado por su hermosura y notable talento. Ambos se enamoraron a primera
vista y posteriormente, fijaron juntos residencia en otra provincia, formando
un hermoso hogar con las ilusiones y proyectos de dos jóvenes, que aspiraban,
conocerse lo suficiente, para continuar con el otro paso: el de una futura
boda….
Bajo esas circunstancias,
anhelaban ser padres, pero existía un impedimento. A Melania Virginia,
le sobrevino una diabetes mellitus y su sistema inmunológico influía en la tan
ansiada concepción. Pero, no solo ese padecimiento dificultó las probabilidades
de un embarazo, a Henry Luis, se le presentó una afección de varicocele
y pensando que esa podría ser el mayor de los obstáculos para ser papás, fue
intervenido por una varicocelectomía. Ambos esperanzados y con la fe, criados
en hogares católicos, se refugiaban en las oraciones de su credo, requiriendo
la bendición de que el fruto de la unión fuera honrado con el nacimiento de un descendiente. Así transcurrió casi dos años…
Mientras tanto, Valeria hacía
lo propio, fiel a sus creencias, acudía a las iglesias y rogaba verse
favorecida en hacerse abuela. A veces le fallaba la esperanza, otras veces, se
hinchaba de confianza, porque su mayor sueño era tener en sus brazos una sana y
bella nieta. Así lo pensaba, viéndose, como una fotografía en su imaginación,
hecha visión, que constantemente la visitaba en su ansiosa mente.Se veía tejer escarpines, bordar
baberos, confeccionar sábanas y fundas para la cuna, coser los vestiditos,
adornados de cintas y aplicaciones infantiles…Observaba, una bella habitación,
con paredes de colores claros y una beba dentro del moisés, el que ella había
ornamentado amorosamente, para darle la bienvenida a su adorada nieta.
“Hay amiga, no quiero perder
mis expectativas de hacerme abuela.¡ Sólo Dios sabe cuánto añoro ese momento! . Mi
hermana y todas mis amigas ya tienen esa dicha. Hasta tú, te coronó el Cielo
con el nacimiento de Sabrina Beatriz. Tú hija y Henry Luis tienen
la misma edad y los años continúan”. Esas fueron las palabras que Valeria
le dijo a su amiga, Ana María, un domingo por la tarde, cuando
merendaban mientras armaban el árbol de navidad y el pesebre, tradición que
habían compartido por muchos años, el de estar acompañadas haciendo las
actividades para ambientar sus hogares en las fiestas decembrinas.
“No debes pensar de esa forma
amiga…Dicen que todo tiene su tiempo. Confía en tu fe. Ahora mismo, construyendo
el pesebre vamos a rogarle a La Virgen, que te conceda la gracia y como también,
vamos a confeccionar el manto de San José, para su procesión en marzo, le
rogaremos a Él, como Patriarca de la
Iglesia y representante de la Sagrada Familia, ese hermoso deseo para ti. No te
desanimes Valeria, que ya verás que se van a cumplir tus ruegos”.
Esas fueron las palabras de aliento que le expresó su amiga.
Motivada esas expresiones, acogiendo sus
convicciones religiosas, Valeria se introdujo por unos momentos en oración
y recogimiento de adoración al Altísimo, en busca de materializar su apreciada esperanza,
que aspiraba alcanzar antes de marcharse del mundo terrenal. Todo esto lo
realizaba, mientras colocaba las figuras en el Belén con abnegación y certeza en ver su ideal, finalmente culminado.
Pero, aconteció luego, que Henry
Luis y Melania Virginia, rompieron relaciones y cada uno de ellos, empezaron
a forjar caminos diferentes. Circunstancia, que, para Valeria, truncaba la
oportunidad para que los jóvenes fueran padres.
Porque tanto la madre como el hijo aspiraban lo mismo.Pese a ese pormenor, y visto el
avance del tiempo, Valeria no desvanecía en su deseo. Ella mantenía la expectativa,
como la mayoría de las personas de su edad y con suficiente capacidad y energía
de coadyubar en la crianza de una nieta. Por lo que continuaba elevando sus rezos al Altísimo,
esperando una respuesta y cumpliendo
ofrendas para honrar su credo.
Corrían los meses del calendario
y cuando ya Valeria, casi renunciaba a lo que tanto ambicionaba, tuvo la
feliz noticia de que su hijo estaba nuevamente enamorado. Esta vez el idilio era
con María Elena, una emprendedora dama, con anteriores nupcias, de la cual había
procreó dos niñas: Mary Ann de cuatro años y Mary Ellis, de seis
y quien lo había conquistado, y que proyectando una futura unión. Fue en navidad, en la cena de noche buena,
cuando Valeria, tuvo el honor de compartir con la familia de María
Elena. Mientras los cielos de la ciudad se vestían de colores y se
escuchaba el bullicio, por las ráfagas de fuegos artificiales, anunciando el
nacimiento de El Redentor y la familia brindaba por los parabienes y la
aproximación del año nuevo, Valeria, solo tenía en su pensamiento, la
dulce espera, de ver materializada su súplica: ser abuela.
Aconteció, que, con los meses, ya
unificado el hogar de su hijo, María Elena quedó embarazada y llegó al mundo una niña, a
quien bautizaron como Mary Mar. Hecho que para Valeria es milagroso,
porque según el diagnóstico médico de su hijo, los médicos nunca
le garantizaron paternidad.Así, las cosas, con el advenimiento
de Mary Mar, completó el cuadro de tres hermosas y saludables niñas, que
para Valeria son sus tres nietas, sintiéndose dichosa, complacida y
bendecida no solo con una, la que tanto había deseado, sino con dos más.
Interpreta que su pedimento fue contestado a lo grande, a lo abundante. Por ese
grato e inesperado giro en su existencia, ella misma expresa con gran
satisfacción:
“Estoy agradecida y
feliz…tengo tres nietas…me dicen cosas tan bonitas y yo a ellas, también. Estoy
viviendo una vida feliz, no me la esperaba. Sorpresivamente, tengo tres nietas,
viviendo en una parte donde no me imaginaba que iba a vivir con mi hijo y en
otra ciudad. Eso ha sido un milagro, una sorpresa, un regalo de la Divinidad,
de Dios, del Universo, ¡de la Vida! ¡Estoy complacida y contenta! ¡De verdad
que sí!Ana Sabrina Pirela Paz(dic. 17-2021)
Querida Autora, que hermoso relato, la renovación espiritual cada año se hace presente a través de los milagros, el niño Dios nos entrega cristalizados los deseos de nuestro corazón!!
ResponderEliminar