27 may 2025

CUENTO: EL REVÉS DE UNA VENGANZA.

 







Ni venganza ni enemistad, sencillamente… olvídalo. Ana Sabrina Pirela Paz

  Había llegado al pueblo natal de sus padres después de diez años de ausencia, motivado dicho regreso, por comentarios que ya estaban en boca del colectivo, relacionados a una de sus tías maternas, ya fallecida y que ahora, el suceso   atribuido a su pariente, la hacían pensar que podría descubrir los orígenes de lo que años atrás no le fue posible conocer, solo contaba con ochos años, como tampoco le fue permitido preguntar.

 De lo que se comentaba, al principio creyó que eran simples habladurías, por  las costumbres  de los lugareños, quienes aún creían en mitos y en  historias fabulosas  imaginarias  que suponía eran atractivos para pasar el tiempo y tenerlo como  charlas  principales  en las tertulias que se formaban en la plaza central o en los grupos de amigos del único   bar que existía, en aquella apartada región de la capital,  asentada en la costa oriental del lago, perteneciente a la zona occidental del pais.

¡Bienvenida al pueblo, profesora Gabriela, gusto en saludarla! ¡Mucho tiempo sin verla ¡Por acá todavía se le recuerda, sobre todos los muchachos, que ya no son tan muchachos! Esa generación ha crecido lo suficiente, ya son medios hombre y mujeres.

Gracias Juan Antonio, un placer también, de volverlo a ver.

El hombre le abrió la puerta de la casa campestre, cuya custodia la tenía adjudicada desde la fecha del fallecimiento de la última de sus dueñas:  la señorita   Raquel María Castañeda Paz, quien había hecho funciones de enfermería en el centro asistencial de la localidad.

Gabriela calculaba pernoctar no más de una semana, tiempo suficiente para indagar sobre los comentarios de los conterráneos, que después de veinte años, le perturbaban el recuerdo de la imagen, honorable y limpia, que había profesado en vida   su amada tía.

Ya en el interior de la vivienda, y sin observar detalles de cómo se encontraba refaccionada, la profesora decidió ir al encuentro de su otra familiar: la tía Lola, la mayor de sus tías maternas y quien residía en “El Uvero”, sector colindante y fronterizo con el que visitaba. Abordó su vehículo Toyota y se dirigió a su destino.

El pueblo seguía casi igual, salvo con más viviendas y negocios, donde expedían cualquier cosa para los viajeros que abundaban en la zona, debido al auge turístico que siempre había mostrado por sus bellos paisajes marinos y por su exuberante flora y fauna tropical.

Después de dejar el vehículo estacionado en el hombrillo de la única carretera principal, Gabriela avanzó en su paso al domicilio de su tía.   Una especie de casona del siglo pasado, de color blanco, con portón pesado y metálico, que conducía a la   entrada del patio delantero, el cual estaba dividido por un arco de madera, alto, suficientemente fuerte, que daba al interior de la residencia.  No tuvo inconveniente en entrar, inmediatamente alguien le dio el acceso, abriendo la contrapuesta.

¡Profesora Gaby ¡no me reconoce… ¿se acuerda de mí? Soy Alejandro Núñez, fui su alumno.

La mujer miró a un joven alto, de contextura regular, aproximadamente de veinticinco años y de mirada curiosa, como queriendo adivinar sobre el motivo de su presencia.

 ¡Claro que lo recuerdo ¡­, usted es el hijo del farmaceuta.

  ¡Adelante Gaby! pasa de una vez. - Una voz grave y aguda alcanzó a escuchar, la que reconocería pese a los años transcurridos sin ser oída.

Antes que Gabriela terminara de extenderle la mano derecha, gesto que advirtió la tía y sin responderle el saludo, expresó:

Creo conocer las razones de tú presencia por estos lares. Desde ya te digo, no tengo nada que decir, si es verdad o mentira, inventos o ideas fantasmagóricas, no es de mí responsabilidad ni de mi incumbencia.  Esos dichos sobre mi hermana los han difundidos, regados como pólvora por extraños y nativos. Imagínate tú, yo la más perjudicada por las molestias que me han causado… ¿a quién se le ocurre afirmar que su espíritu aparece debajo del árbol de mango?, cuyo árbol pertenece a mí plantación de cultivos frutales. - Inició la conversación la tía.

 De cualquier manera, lo han asegurado varias personas, pero lo más extravagante, es lo que ha sucedido la semana pasada, ahora le atribuyen estar lanzando semillas secas de mango al que osa perturbarla. Fue allí mismo, donde dicen que siempre aparece, a alguien le alcanzó un semillazo, esta vez fue en la cabeza, Arturo fue la víctima, y se la partió, tres suturas le tomaron.  Después de eso, el hombre no ha vuelto a limpiar los patios. ¡Has de creer semejante barbarie de pensamientos y creencias! - Espero que tú le des un toque de raciocinio a esta gente, que desde meses no me dejan descansar ni dormir, creo que acabaré de una vez por todas con el cultivo, que sería mi ruina económica porque vendo los frutos, los que me han ayudado a sobrevivir ante la crisis.  Hasta me los compran los revendedores para sus negocios en el mercado periférico.

 - El problema no solo es en las noches, dicen que la ven rodeando el terreno hasta en horas del día. Yo no he visto nada, nada, nada de nada… Soportar los autobuses que llegan, desde el viernes hasta los fines de semana, repletos de personas, atraídos por semejante historia, ¡ya es suficiente. Gente que me imagino, aburridos de la ciudad y deseosos de experimentar algo extraordinario y novedoso en sus vidas. - La mujer hablaba, brotaba sus palabras, sin cesar, como si le hubiese llegado la oportunidad de sacar todo lo que pensaba y lo que decía estar resistiendo.

Aquí se ha beneficiado de ese comentario todo el pueblo-Seguía hablando la tía-Desde el párroco, que envía a los feligreses a vender cuanta estampitas de santos es conocida, las mujeres, que han levantado como una especie de feria en los alrededores del corredor peatonal, los vendedores de la costanera, que la misma municipalidad, después de tanto esperar, forzosamente lo construyó. Allí comercializan con todo, desde comidas típicas hasta indumentaria playera:  trajes de baños, pareos, lentes para el sol, bronceadores y se habla también, no me consta, que, bajando al terraplén se han levantado bohíos, donde ofrecen cervezas, rones, cócteles al turista y el señor alcalde hace mutis, al parecer el producto es de él y las ganancias las comparte con los expendedores que son sus propios familiares, eso dicen. - Acotó la mujer.

 ¡Vivaracho pueblo ¡Eso son los que son! Crearon de un drama familiar, muy distinto al que   conmocionó hace años a la familia y fíjate en que nos han convertido, en un poblado supersticioso y por demás, arbolario, acá se acabó la tranquilidad, la paz que existía en un santiamén. Lo que no les perdono es que han sacado del sepulcro a mi desdichada hermana.

 ¡Pero, para usted… ¿de dónde proviene la historia? - Preguntó la sobrina.

¡No lo sé… pero pienso que los comentarios surgieron de alguien del mismo pueblo con muy malas intenciones al principio, pero después resultó un beneficio para muchos y así, como si se hubiesen puesto de acuerdo, un grupo de cómplices, conspiradores entre sí, le siguieron agregando condimento a la historia… ¿hasta dónde han llegado? al colmo de asegurar que está viva - ¡Se freirán en el infierno, ¡malvados irresponsables ¡

¡Tía … ¿me permite acercarme a la parcela?

¡Pasa! …y ten cuidado, no vaya a ser que salgas contagiada por tantos chismes- ¡Alejandro por favor¡, acompaña a Gaby- Así culminó la tía la plática.

Una plantación de árboles frutales invadió su mirada, destacándose una gran cantidad de cultivos de mangos, y con estos, guayabas, naranjos y guanábanas. Definitivamente, acabar con esos sembradíos, era la muerte económica de la tía, actualmente era su fuente de ingreso. Muchos comerciantes de restaurantes le compraban los frutos, unos para comercializar como bebidas, otros para la conserva de pulpas.

Independientemente, de lo que pensaba, podía darse cuenta, que la historia que removía un pasado triste de su entorno familiar, le había traído provecho en el mejor momento cuando estaban atravesando   la peor recesión económica que confrontaban.

Desde la plantación, podía bajar la mirada y avizorar la construcción de la costanera de la que le había hablado la tía. Esa bordeaba el orillar del mar, majestuoso, cálido y mágicamente hermoso. Sus cristalinas aguas con destellos brillantes por la luz solar eran imágenes de posteo, ayer en cámaras tradicionales de fotografías reflejadas en las revistas de turismo, hoy en las redes sociales de los móviles inteligentes que portaban todos los que llegaban.

Era un paisaje natural que la remontaba a su infancia, que la empujaba a escudriñar lo que no pudo hacer otrora: saber  la causa de tanto secreto sobre la muerte de su tía,  sobre lo cual sentía que estaba obligada a conocer   y a colocar también, en orden la procedencia  de los inverosímiles comentarios,  hasta descubrir a los infames que colocaron  al escarnio público a sus padres y la tía Lola, la única sobreviviente de la generación , apoderado en la imaginación, tanto de los habitantes como del  turista.

 Alejandro, dígame. cuál es el árbol de la historia?

Más adelante profesora- Está sobre la mitad del terreno, difícil observarlo desde acá.

Gabriela, caminó un recorrido importante, hasta detenerse en el árbol especifico, donde referían que debajo de éste, se visualizaba la imagen de su difunta tía. Planta que se destacaba por su mayor altura comparada por las demás. Verdoso y frondoso en todo su esplendor, con unos frutos copiosos y jugosos, pintaban su piel desde el amarillo al rojizo   o anaranjado intenso, daban la sensación de que era la especie más vistosa de todo el mangal.

Posó su mirada, desde la base hasta la última rama del árbol. Fijó su pupila, abierta y curiosa hacia abajo, donde se apreciaba una tierra limpia y seca.

Precisamente, donde está mirando, dicen que aparece el espectro de la difunta- Intervino Alejandro. - Que suele aparecer una luz que refleja su figura. Los que la han visto, señalan, que ven una mariposa con destellos en sus alas o un ave blanca, revoleteando entre los mangos. Las señoras mayores, que conocieron en vida a la señorita Raquel María, aseguran que es su misma imagen-Fíjese, una de ellas trajo una fotografía y su tía Lola, se la arrebató de las manos y la quemó. Fue un día de escándalo, hasta la policía tuvo que apaciguar los ánimos.

Las palabras del joven, en nada inmutaron a Gabriela, eran los mismos comentarios, que había leído en los periódicos y en la televisión por personas que habían acudido al lugar. Todos repetían lo mismo, refiriendo versiones parecidas.

Y usted Alejandro… qué opina de todo esto?

 Pues le cuento, me atrevo acercarme acá de día, pero después que baja el sol, jamás. Le tengo pavor a todo ese cotilleo que durante meses nos han tenido intranquilos. Ya es parte de lo que se habla en el colectivo- ¡es demasiado! - Han asegurado que ella está viva, que es ella misma la que ha armado semejante bochinche, que se está vengando de alguien.  Con el tiempo se descubrirá la verdad, puede que sí pueda que no, pero no puedo adelantar nada, porque nada he visto. Solo escucho.

Gabriela, ya en su habitación, creía tener ideas más claras. Estaba segura de que podía desenmascarar a los culpables de la patraña, que habían utilizado el nombre de su tía para procurarse beneficios, no solo económicos, sino de reconocimientos, inclusive para ascensos de cargos políticos, como el del señor Alcalde, que se había hecho de fama y pretendía lanzar su candidatura  como futuro gobernador del estado, ayer un desconocido, hoy su fotografía impresas en diferentes diarios, que cuando le preguntaban por el suceso, respondía con evasivas o enredos, pero dejando la impresión de que >“algo pasa sobre lo que dicen del árbol”>.¡ Sinvergüenza ¡ ¡aprovechador¡ desde el cura hasta la tía Lola, todos tienen un interés en mantener el convencimiento del mito creado alrededor de la muerte de su infortunada  tía.

->Ella murió en el parto, sufrió mucho cuando se embarazó de ese mal hombre, quien   nunca dio la cara. - La pobrecita se nos fue más pálida que la cera y más triste que la Dolorosa en el sepulcro. -De milagro sobrevivió el hijo, un pequeñín que no dejaba de llorar y que nos ensordecía a todas, las tres mujeres que la atendíamos, la partera, la criada y yo, porque tú madre desconsolada, no podía ni estarse en pie>. Gabriela recordaba lo que hacía años le había referido su tía Lola.

 Pero, también evocaba, que siempre hubo un halo de misterio en el fallecimiento. Recapituló    la presencia de Elvira, la criada, cuando escuchó comentarle al marido, que hacía de jardinero y de mandadero en la residencia de sus abuelos, que la señorita Raquel María no había muerto, que esa misma noche, después que parió, la habían sacado para la isla de La Ciénega, y que el bebé había quedado al cuidado de la tía Lola. De cuyos hechos jamás se volvió hablar, silencio impuesto por su abuelo.

También el secretismo con él bebe, a quien solo vio en dos ocasiones:  la primera, cuando en una oportunidad observó a la tía cuidadora, que lo tenía en su regazo sobre una almohada   para que tomara los primeros rayos de sol, y a quien nadie se le podía acercar y la segunda y última vez, ya más grandecito, cuando le impusieron las aguas bautismales, allí mismo, en el interior de un cuarto, en manos de un sacerdote, amigo de la familia, quien estaba adscrito a otra parroquia. Desde esa vez, no volvieron a ver más al “pequeñín”, como era nombrado. Después, mucho tiempo después, tuvo noticias, que lo habían enviado para la capital a estudiar en un internado católico.

A Gabriela por tantos recuerdos, que ahora afloraban desde su subconsciente, consternada, pero al mismo tiempo temerosa de descubrir lo inconcebible, le saltó una pregunta, de la cual ella misma se sorprendió:

> ¿Estaría su tía con vida?>

En caso de que fuera cierto, la teoría de su existencia… > ¿sería capaz, Raquel María, tramar todo lo acontecido para vengarse después de treinta años de las personas que contribuyeron a su destierro? ¿Por qué ahora? ¿Cuál era el objetivo? A estas alturas, ¿Quién o quiénes estaban interesados en poner a la luz la verdad de los hechos?>

> ¿Estará tía Lola detrás de todo este cuento? > Se preguntó.

 No sabía por dónde empezar. Ella tenía once años cuando ocurrió el suceso, sobre el que le prohibieron hablar. Era como si todos habían pactado en borrar lo acontecido. No tenía quiénes la podían ayudar a indagar …Pero, sí sabía a dónde acudir.

Al día siguiente tomó el catamarán y se fue a “La Ciénega”, con la esperanza   de encontrar respuestas de su finada pariente.

 El sol reluciente le bronceaba su piel.  Solitaria y sin hacer preguntas, caminó por las riberas, deteniéndose en las diferentes viviendas, estanterías de ventas de frutas o en los improvisados puestos de pescaderías con la finalidad de unir hechos o indicios.

 Al final de una bahía, divisó un restaurante, apostado en la orilla, que en comparación con a los demás, era el mejor en construcción y ubicación, siendo atendida   por un chico nativo, ordenando tan solo agua.

¿La han atendido bien, como se lo merece?  —Por detrás de su asiento, escuchó una   voz de mujer con tono amable, que, al voltearse, vio una cara  que cubría sus ojos con lentes de sol y sus cabellos con turbante colorido, lo que hacía difícil ver  su  imagen con plenitud, pero aun así,  se percibía de delicada hermosura, que sin esperar respuesta, volvió a interrogar.

¿De dónde nos visita?

Del Llano Occidental. Respondió Gabriela.

¡Cómo ha crecido el turismo ¡hace dos décadas, estos ambientes eran vírgenes. Manifestó la mujer.

¡Mamá llegué!  traje   revistas y periódicos donde se publica   el reportaje.   Se oyó la voz de alborozo de un hombre, quien recién desembarcaba de una lancha, acercándose a la mujer.  Ambos cruzaron miradas y se encariñaron con un efusivo abrazo, dirigiéndose en el interior de una vivienda, ubicada al lado del restaurante. 

Gabriela encontró respuesta. Ya sabía quiénes eran los autores del drama que conmocionaba a la familia y al pueblo, pero no era el momento de decir la verdad.  Prefería guardar silencio. Aunque estaba segura, que la venganza orquestada por María Raquel y su hijo, no resultó como ellos la habían planeado, fue exitosa para todo un colectivo y no era ella, la que debía ponerle el punto final al auge financiero de la zona.

Así como salí regreso:  sin preguntas ni respuestasLe respondía a familiares y amigos, que preguntaban sobre el viaje y sus resultados.

 .> Pueblo, ¡sinvergüenza ¡¡aprovechador ¡todos tienen un interés en mantener la leyenda >

.> Pero… ¿sabrá tía Lola, que su hermana está viva? Tampoco se lo diré. Concluía Gabriela en sus pensamientos: <Al llegar hago mis maletas y me largo, que sigan viviendo con sus leyendas>

 

 

 

 

 

 

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