-Préstame tus ojos para ver la luna.
Las palabras me
produjeron más que sorpresa, un susto indescriptible. Ligeramente sentí sudar
mi cuerpo como cirio derretido que, de
forma imprevista, alguien encendiera la luz para percatarse de una presencia inesperada, aunque la noche estaba fresca, iluminada, esplendorosa. La voz
masculina que habló estaba al lado derecho., sentado su autor en la banca que yo compartía en la costanera Norte del Río de La Plata, en Buenos Aires, lo que visiblemente captó
mi atención, pero sin poder reaccionar.
—Vos no te asustés, no te voy a hacer daño, solo préstame tus ojos para ver la luna. — Vos podés describirla, con solo observarla. Tan solo levantás el rostro, posar tu vista y contemplarla_ ¡Vamos ¡que es un regalo de la naturaleza, de Dios, del Universo. - Dijo el hombre.
—Sí, que es un obsequio, pero mis ojos no la pueden ver, estoy ciego. - Por favor, solo es una petición. — Vos narrás y yo
aplico mi imaginación. Siguió hablando el desconocido.
Por unos minutos, puse mi interés al bullicio que se acercaba al alrededor de toda el área. Personas de todas las edades se apresuraban cargando entre sus manos cámaras fotográficas, móviles y binoculares, para buscar el mejor ángulo para captar la belleza del satélite nocturno, que en esa noche se dibujaría de “rosa”.
Habían anunciado el eclipse
lunar para los días 6 y 7 de abril del presente año, que a las 1:35 estaría en
todo su cenit, en su pleno apogeo.
Ya repuesta de el
inesperado estupor, manifesté:
—Me dice que no puede ver, lamento escuchar eso.
Por primera
vez, giré mi mirada a mi vecino de asiento. Lo observé, escasamente, sin mayores detalles, a través de la luz natural
nocturna, vi un hombre entrado en años, sin definirlo como viejo, rigorosamente
abrigado, con un gorro de lana que cubría su cabeza y con gafas oscuras que ocultaban sus ojos.
—¿Ciego de nacimiento?
—Sí. - A secas— Respondió mi interlocutor.
—Cómo explicarle
entonces…de ¿cómo es el color rosa, sin nunca lo ha visto?, en su caso presumo,
difícil hacerse una idea. De todas formas, no se observa literalmente con esa
tonalidad, es simplemente una denominación, un concepto, porque el efecto
rosáceo es consecuencia de la luz.
—¿Cómo le especifico ese
color? — Se forma con la
mezcla de otros colores, con el rojo y el blanco, o el rojo con agua… no sé de
qué forma me entendería. En la naturaleza existen muchos elementos de ese color,
por ejemplo: flores, los flamencos, el
delfín de especie rosado, un pañuelo, un lápiz labial, una cartera, un
vestido…en fin existen innumerables objetos de color rosa.
—Me amamantó un pezón de color rosa- Dijo el hombre.
Quedé impactada con lo que acabada de expresar mi vecino de banca. Me levanté. del
asiento y suavemente me retiré, dando pasos al frente, sin seguirle el hilo de
la conversa.
—Eso me dijo mamá- Logré escucharlo — También,
el primer beso, supe que provenía de unos labios color rosa, eso también me lo
dijo mi madre, pero, eso fue falso, la chica jamás tuvo color rosa en sus
labios, era una morenaza prieta, sé que era linda y olía a perfume de malva.
—¿Cómo sabe todo eso,
si no ha visto colores? —Pregunté, acercándome de frente
al hombre y verlo con más detenimiento, pero no encontró nada extraordinario fuera del lugar, ni de la indumentaria ni de los rasgos
físicos.
—Porque ella era muy locuaz…y yo creativo. - Respondió.
—Voy a empezarle a narrar lo que ahora todos estamos viendo: aproximadamente en unos minutos, empieza el eclipse—Esa fase es cuando la tierra se encuentra entre el sol y la luna, los tres alineados y los cambios de iluminación se deben a la dispersión de la luz en la atmósfera. —Su denominación se origina por la tradición de los nativos americanos en esa época que le atribuían al mugo rosa, que florecían con dicho tono en la primavera del norte y aquí en el sur, en otoño. —Proseguía hablando mientras que el hombre escuchaba con sumo foco de atención, manteniendo alzaba la mirada elevada al cielo—Como si las palabras que pronunciaba fielmente las comprendía, con movimientos de cabeza lentos, con signos de asentamiento en todo lo que le explicaba.
—¿Vendrá a ver la luna de Esturión la que se anuncia para agosto, la que llaman Luna de Azul? - Le pregunté.
—No, señora amable, no…ya me la he imaginado en estos momentos que he podido ver el color azul - celeste — Habló el hombre mientras se retiraba
del rostro sus gafas oscuras y me miraba los ojos fijamente con fulgor
brilloso en su vista.
—Ya he visto la luna de esturión a través del color de sus ojos, señora.
—¡Es usted un truhan ¡me ha engañado como una niña tonta! -Reaccioné visiblemente molesta.
—Solo soy un hombre solitario que me gusta estar cerca de una buena compañía y de en vez en cuando, la saco a disfrutar. Vos no soy tan diferente a mí, sos otra solitaria, solo que tú soledad está estacionada, es tiempo que la empieces a compartir,
-¡Soledad, soledad: ¡in instante de plenitud!, lo dijo Montaigne. — Como loco se escuchaba gritar al hombre.
Sin que me diera tiempo de encarar sus palabras, observé que inmediatamente alguien se le acercaba
al hombre. Era una mujer empujando una silla de ruedas.> Sin duda es una enfermera
o una cuidadora, su blanco uniforme destaca entre las sombras < Pensé sorprendida.
—Don Mario, es hora de irnos. — Dijo, acercándole la silla. El hombre, se incorporó con ayuda
de sus brazos y ocupó la misma. Con un
giro breve, pero con movimientos firmes, ambos emprendieron rumbo.
Yo, tomé mi postura anterior y continúe sentada contemplando la luna.
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