Una garúa sorpresiva, persistente y mordaz
empezaba a humedecer su ropa. Ella enfundada en un abrigo negro y largo de
cuero, debajo un vestido color magenta,
con su respectiva bufanda y botas corte alto del mismo color, apresuraba su
paso con destino a la Milonga, “La Viruta Tango”, lugar donde había
reservado lugar para una mesa.
Su visión
borrosa aún por la caída de la llovizna sobre su rostro, no obstante, le
permitía observar una mano derecha, larga y morena, la que no escapaba de su
vista, y que extendida la invitaban al baile que recién iniciaba.
Al soslayo, vio rápidamente al dueño, vino a su
memoria, por su gran parecido, las manos que en un tiempo la acariciaron toda,
las que tomó y besó innumerables veces, pero las que también, le torcieron la
vida, en cada toque, en cada gesto.
> ¡Falaz pensamiento inoportuno!>
> > Que insensatez > -Pensó, tranquilizando su mente.
Con la punta de su bufanda rápidamente secó su
rostro. Quería apartar e su mente esa manía en recordar sucesos, que ahora
incitaba a una remembranza clara e impecable, capaz de crear elucubraciones y
que creía haber enterrado en la espesura densa
del olvido.
Aceptando
la invitación, extendió su mano derecha, blanca y perfumada, con un color nude
en sus uñas delicadamente esculpidas de sus delgados dedos
Haberse negado
a la invitación, sería una notoria descortesía. Ella se consideraba una mujer
más que amable, educada y por esas intempestivas turbaciones de un recuerdo,
posiblemente pasajero, no debía rechazar la petición.
Entonces,
tomó la mano del caballero, quien la dirigió al centro de la sala de baile. se
escuchaba “Balada para un loco” de Astor Piazzolla.
No era destacada en el baile y mucho menos del
tango, que requería destreza, estilo y movimiento, pero podía exhibir, sin
avergonzarse, los pocos pasos que había aprendido desde joven de tan sensual arte
y de algunas clases recibidas por profesionales en San Telmo.
Sintió las manos del hombre sujetar su cintura, dejándose
llevar al ritmo que la hacía desplazar en la pista del salón. El acercamiento
de los dos cuerpos era inevitable, y escuchar ambas respiraciones también, así
lo exige el compás de la melodía.
Se pegaron las mejillas, la de él, sudorosa con un
aliento seco unido a un aroma, por ella conocida: >intense de Hugo Boos>-
Otro detalle que con estupor marcaba otro recuerdo.
No había precisado el rostro de aquel desconocido.
Pero, con disimulo, abierta a su
propósito, empezó a fijarse en la faz de su pareja de baile. < hermoso
semblante> -concluía en sus apreciaciones, mientras el caballero abría
sus ojos, que los había mantenido cerrados, quizás extasiado por el dulce
placer de la musicalidad, pero que ella advertía, ojos de color nocturnos, que
en ese instante la miraban profundamente, con destellos de interrogación.
< ¡Qué sucede ¡¿por qué tantas coincidencias?
<Hoy he salido a regalarme una distracción y me persiguen tinieblas
del pasado, irónicos fantasmas que vienen a perturbar mi presente>- Concluyó
internamente.
Mientras sus reflexiones hurgaban en su ayer,
resonó en todo el espacio los acordes
de un bandoneón que entonaba el tango “Volver”.
No pudo más… la mujer se soltó bruscamente de los
brazos del hombre y con unas breves palabras de disculpas, casi corriendo llegó
a la salida del salón.
Afuera se
encontró con una férrea lluvia, acompañada con un manto helado de neblina que cubría
la vereda.
Se lanzó a la calle sintiendo que una centellada
de imágenes la hacía volver a la realidad:
> Es
la pasión retenida, guardada como prisionera que me alucina y embruja> Hablaba
para sí.
Agradeció la humedad de la lluvia sobre su
humanidad, la que hizo componer su cuerpo…Atrás quedó el febril momento con la
emoción del recuerdo que la perseguían.
Saltando las correntías del agua en las vías, vislumbró a través de las farolas callejeras, las calles de Palermo, el barrio donde vivía.
> ¿Sin derecho nuevamente a enamorarme?>
Se preguntó.
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