17 may 2025

CUENTO: UN HOBRE Y SU CARGA

 














 Doblaba sus rodillas para tomar impulso, cansado, trae consigo una carga, levanta su cuerpo y continúa. El camino es pedregoso y húmedo por ello su paso es lento y con pausa, sus botas se le entierran en el barro sucio.  Después de una reflexión profunda, tomó la decisión de la que no está arrepentido. Solo desea que lo comprendan. No teme una censura ni una sanción militar, menos gubernamental, poco importa un reproche de sus vecinos. Ya él soportó bastante dolor, temor e incertidumbre. Ahora se confiesa asimismo y agradece a su fe y a sus habilidades de haber sobrevivido.

Solo desea que el lastre emocional, ese que lleva arrastrándolo en mente y corazón, desaparezca. Todo fue fortuito, más era su deber, no lo pudo evitar. Ahora en ese preciso momento se enfocaba, en vivir y seguir. No está dentro de sus planes tirar la pesadez que quiebra su espalda. Le dolían las plantas de los pies, las manos y los brazos. Así avanzaba, reflexionando a su ritmo

Miró al horizonte, aún sin sol, pero el primer resplandor lo sorprende y lo aturde. El calor empieza a sofocarlo y la atmosfera desprende un olor a humo, del que ya está habituado. Pestilencia a impotencia, a lágrimas, a pérdidas… El inexorable hedor a devastación.

  Aún le faltaba un largo trayecto por recorrer.  Debe apresurar su viaje, aunque deba soportar el dolor por la carga que hace encorvar su postura. Los pocos transeúntes que consigue en su ruta lo observan con extrañeza, a pesar de sus miradas apesadumbradas >Tienen mayores problemas por ocuparse<. Piensa.

Al fin llega a destino.  Reconoce el poblado, las viviendas que dejó   no son las mismas, son fracciones de adobes, de ruinas   paradas mostrando las marcas de la destrucción.   <Igual que en las otras regiones, se percibe la podredumbre de la muerte > Recapacita.

 —¡Hijo!  ¿A quién traes encima?  — ¿está vivo o muerto?  —Una exclamación se escucha, antes de que cruzara el umbral de lo que fue su hogar, ahora un espacio   roto y   sin puerta con agujeros semejando ventanas.

 —¡Viene herido madre! Trae el botiquín de auxilio y sábanas si aún quedan.

 ¡¿Hijo te has vuelto loco?  — por la insignia que le cuelga es el ¡propio enemigo ¡

 —¡Ni él es mi enemigo, ni yo su enemigo! -Se terminó la maldita guerra y siempre fuimos   hermanos originarios de geografía, cultura e historia.

- ¡Madre los enemigos son los que deciden la guerra y nos obligan a ir a batallar!

 —¡Prepara vasos con kvas, porque hoy los tres brindaremos … ¡por la paz y por la vida!

 

Ana Sabrina Pirela Paz

 

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