Solo desea que el lastre emocional, ese que lleva arrastrándolo
en mente y corazón, desaparezca. Todo fue fortuito, más era su deber, no lo
pudo evitar. Ahora en ese preciso momento se enfocaba, en vivir y seguir. No
está dentro de sus planes tirar la pesadez que quiebra su espalda. Le dolían
las plantas de los pies, las manos y los brazos. Así avanzaba, reflexionando a
su ritmo
Miró al horizonte, aún sin sol, pero el primer resplandor lo
sorprende y lo aturde. El calor empieza a sofocarlo y la atmosfera desprende un
olor a humo, del que ya está habituado. Pestilencia a impotencia, a lágrimas, a
pérdidas… El inexorable hedor a devastación.
Aún le faltaba un
largo trayecto por recorrer. Debe
apresurar su viaje, aunque deba soportar el dolor por la carga que hace encorvar
su postura. Los pocos transeúntes que consigue en su ruta lo observan con
extrañeza, a pesar de sus miradas apesadumbradas >Tienen mayores
problemas por ocuparse<. Piensa.
Al fin llega a destino. Reconoce el poblado, las viviendas que dejó no son
las mismas, son fracciones de adobes, de ruinas paradas
mostrando las marcas de la destrucción. <Igual que en las otras regiones, se percibe
la podredumbre de la muerte > Recapacita.
—¡Hijo!
¿A quién traes encima? — ¿está vivo o muerto? —Una exclamación se escucha, antes de que
cruzara el umbral de lo que fue su hogar, ahora un espacio roto y
sin puerta con agujeros semejando ventanas.
—¡Viene herido madre! Trae el botiquín
de auxilio y sábanas si aún quedan.
—¡¿Hijo
te has vuelto loco? — por la insignia que le cuelga es el
¡propio enemigo ¡
—¡Ni él es mi enemigo, ni yo su enemigo!
-Se terminó la maldita guerra y siempre fuimos hermanos originarios de geografía, cultura e
historia.
- ¡Madre los enemigos son los que deciden la guerra y nos
obligan a ir a batallar!
—¡Prepara vasos con kvas, porque hoy
los tres brindaremos … ¡por la paz y por la vida!
Ana Sabrina Pirela Paz
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