Amurallado por altos cocoteros, semejando una fortaleza que lo protege, existe un pueblo escondido entre nativos y forasteros. Allí las palmeras se mueven como danzando por el sonido del viento. Lugar donde solo hay una sola fase lunar: luna llena, que cuando el astro celeste se asoma, se apagan las luces eléctricas y la región solo se alumbra con el nocturnal brillo plateado.
Entonces, se cuelan entre arbustos y palmeras, las sombras
del hombre con pieles asoleadas y olor a salubre son los pescadores, fuerza y
vigor del trabajo, que llegan y se van, buscando sustento, como la misma marea
del mar que abraza a su gente y los baña con agua de sal.
En la penumbra, la agitación de las faldas de las mujeres,
mueven la conversación de los romances y deseos, construyendo sus
sueños, mirando al cielo. Creen que el satélite lunar les regala vida, amor y
misterios. Entonces se mezclan, todos en umbrías…Sombras que persiguen todos
los cuerpos, también de niños, jóvenes y viejos.
Desde abajo, se ven como estrellas de tierra aportando lumbre
con sus lámparas de gas, velones y ceras. Tienen certeza que la luz, ilumina su
mente y en lo alto, sigue la luna, que los mira y agradece la compañía imponente. Del subsuelo, salen los gnomos y las ondinas
retozan en el fondo del mar.
En sus pensamientos germinan encantos a la imaginación creatividad.
Aparecen historias, se inventan leyendas, se componen poemas y hasta de una
plática, florece un cuento. Allí todos son cultores de ensueños. La noche preñada
da a luz a místicos, cuentistas, a cantantes, trovadores, coautores de letras y
también al cronista, al de la anécdota y al que rememora el chiste. Es el arte
popular de su gente.
No existe otoño, no hay inviernos ni primaveras, todo es un
paisaje de verano, que se disfruta todo el año.
De madrugada sale el sol, el más brillante y tibio…bronceando
pieles, llamando a la faena. Cantan los gallos, se abren los ojos, se despierta
la conciencia. El alborozo se escucha…El olor a kerosene, prendiendo motores de
botes y lanchas. Se acercan las aves costeras: aleteos de gaviotas, hambrientos
pelícanos y el graznido de los cuervos adornan sonidos del escenario marino…Y un
perro inquieto, camina por la orilla al lado de su dueño, buscando alimentos.
Paleta de colorimetría en las aguas, impresiona al turista: variedad de azules: oscuro, turquesa y grises.
Verdes, claros, verdes musgos, pintan la ribera y se impresiona el
bañista.
Un mágico pueblo, que, por su recuerdo y travesía, se anhela que
jamás se vuelva fantasía.
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